Gastón Ramírez Cuevas.- Toros: seis de Julián Hamdan, bien presentados, pero débiles y sosos. Al cuarto le dieron arrastre lento.
Toreros: Humberto Flores, mató de entera efectiva al que abrió plaza y le cortó una oreja. Al cuarto le despachó de tres pinchazos y estocada contraria: silencio.
Alejandro Talavante, cuatro pinchazos y entera trasera para dar una clamorosa vuelta al ruedo en su primero. Al quinto le pegó cinco pinchazos y una entera caída: salió a saludar a los medios después de oír un aviso.
Mario Aguilar, en el tercero, dos pinchazos y entera caída y delantera: silencio. Al que cerró plaza lo mató de dos pinchazos y tres golpes de descabello: aviso y división de opiniones.
Domingo 28 de noviembre del 2010. Cuarta corrida de la temporada de la Plaza de toros México
A esta corrida acudieron quizá unos cuatro mil quinientos espectadores, pese a que el cartel era atractivo: una figura española, un consentido de la Plaza México y una gran promesa hidrocálida. Así se mide en realidad cuántos entendidos quedan en la capital taurina más grande de América.
El aficionado venía con ganas de ver a los toros de Julián Hamdan, el sobrino de Pepe Chafick, pensando quizá que el muchacho quiere resarcir a la afición de todo el daño que le hizo su tío. No seamos pesimistas, dentro de algunas generaciones los toros de Julián podrán deshacerse de la mansedumbre y la debilidad propias del encaste San Martín. Ojalá lo lleguemos a ver…
No obstante, algunos toros se dejaron torear, y los espadas estuvieron más que dispuestos. Pero, lo único memorable fue lo hecho por Alejandro Talavante, quien estuvo impresionantemente bien en sus dos faenas.
Vamos, como siempre, por partes.
Humberto Flores estuvo bullidor en su primero. Logró buenos derechazos, un par de grandes naturales y horribles martinetes. La gente le apoyó en todo momento, y como el torero capitalino mató con eficacia, le fue concedida una oreja. Mejor estuvo en su segundo, un animal deslucido pero noble, que se dejaba pegar muletazos largos en la mínima distancia. Humberto se estiró y estuvo elegante al derechazo, emocionando al cotarro. Por alguna razón se precipitó al matar y ahí dio al traste con su labor. Si hablamos de las oportunidades perdidas, tenemos que mencionar que al diestro de Mixcoac se le escapó un triunfo rotundo que le hace mucha falta.
Alejandro Talavante, el diestro de Badajoz, estuvo inconmensurable con la muleta, variado, elegante, aguantando, y toreando con alegría y sello. En el segundo de la tarde, recibió al toro con parones y cuatro lances en un palmo. Quitó por saltilleras, gaoneras y una revolera sin inmutarse y tragando.
A este cornúpeto, un bicho sin malas ideas y que medio embestía, Talavante lo toreó fabulosamente con la pañosa. La imaginación torera se hizo presente, la muñeca suave y mandona hizo milagros. Hubo naturales y derechazos, sí, pero todo estuvo aderezado por la magia de los remates, de los cambiados, del gusto por torear. Abrochó el trasteo con una combinación de manoletinas y arrucinas que pusieron al público de pie, porque fueron templadas y largas, muy largas, aunque hay por ahí unos badulaques que pretenden que en esos pases no se puede parar, templar y mandar. Luego, Alejandro cayó en la realidad y nos echó un balde de agua fría al pinchar y pinchar. ¿Es posible emborronar toda una obra de arte con tan poco oficio con la toledana? Pues sí, y eso al torero peninsular le viene haciendo mucho daño desde novillero: hoy se le fueron dos pares de apéndices serios. Dio una vuelta al ruedo pedida a coro por el cónclave.
En su segundo, un toro sin casta y sin recorrido, Talavante sacó magia de la montera y volvió a emocionar por la frescura, el desparpajo, la naturalidad y el arte que ha adquirido. La entrega, el hecho de completar todos los muletazos, y la quietud, fueron valorados justamente por los cabales. Pero, ya lo adivinó usted, Talavante volvió a estar mal con el acero.
El extremeño salió a los medio a recibir una leal ovación y no queda más que esperar que le repitan con toros más fieros. Definitivamente, este torero viene a probar y a probarse que el toreo es, como decía don Pepe Alameda, apasionada entrega y no graciosa huida.
A Mario Aguilar le tocó -para variar en La México- bailar con el lote más execrable. Ahora bien, las mejores verónicas de varias tardes las pegó él, en el tercero de la tarde, lances de mano baja, mando y hondura. Mario es un torero elegantísimo. serio, y valiente. Pero (la conjunción adversativa indispensable en cualquier crónica taurina), para torear como los ángeles se necesita que los toros se dejen y transmitan emoción, no que se estén muriendo y que den pena. Mario estuvo porfión y clásico, pero se enfrentó a toros sosos e indignos.
Un día de éstos, Mario tendrá suerte en el sorteo y dará muestras cabales de lo que es: un torero luminoso, inteligente y entregado.
¡No salimos hoy tristes de la plaza! Gracias a un torero espléndido, imaginativo, original y con hambre. Ese muchacho de veintitrés años se llama Alejandro Talavante.