Gastón Ramírez Cuevas.- Novillos: Cinco de Marco Garfias, desiguales en presentación y juego. El primero de la tarde fue excelente. Uno de La Punta que hizo sexto, gran toro en la muleta, mereció el arrastre lento.
Novilleros: Salvador López, en el que abrió plaza mató de bajonazo, salió a recibir la ovación a los medios por la buena faena de muleta. En el cuarto mató de dos enteras –la primera contraria y desprendida-: silencio.
José Lorenzo Garza Gaona: al segundo de la tarde lo despachó de dos pinchazos y entera bajita: palmas y no quiso salir al tercio. En el quinto cobró un pinchazo y una estocada muy baja: silencio.
Joaquín Angelino, “Angelino de Arriaga”: al tercero de la tarde le cortó una oreja después de un pinchazo y estocada entera. Al que cerró plaza lo liquidó de buena estocada perdiendo el engaño: dos orejas.
Estas tardes pasadas por agua de repente le regalan cosas buenas al sufrido aficionado. Hoy no nos aburrimos, ni mucho menos, es más vimos momentos de toreo caro. Los casi dos mil parroquianos, un avance grande si se considera que hace una semana sólo se retrataron mil, salieron toreando al derechazo, comentando las buenas maneras, el sello y el temple de Angelino.
Vamos toro a toro. El primero fue el más noble y con casta buena del encierro. Se dejó mucho, pese al barrizal, metiendo la cabeza una y otra vez y transmitiendo alegría en las embestidas. ¿Y eso es Marco Garfias? preguntaban algunos incrédulos. Pues sí, y Salvador López estuvo a la altura, gustándose en muletazos ceñidos y artísticos. Lo mejor fue una tanda de naturales largos y en un palmo. Si hubiese matado con mayor fortuna no se hubiera ido de vacío.
El segundo fue otro cantar. El novillo estuvo bien presentado pero manseó y tenía peligro. Garza estuvo en torero, resolviendo todo con variedad, oficio y temple. Al nieto del Ave de las Tempestades le vimos muy bien por ambos perfiles. A mí me gustó mucho con la zurda -cosa que le viene de abolengo- en pases de difícil ejecución pero muy logrados. Hubo hasta manoletinas y el premio se esfumó por no hacer la suerte suprema a lo clásico.
Angelino vino a darlo todo y así lo manifestó desde su primer novillo. Replicó con buenas chicuelinas al quite por pseudo-cordobinas de López y después de brindar al cónclave se puso a torear. Su trasteo fue un tanto embarullado y abusó de pescarse de las costillas del cornúpeto, pero hubo dos derechazos de cartel, largos y templados, suaves y elegantes. Quizá lo más torero vino al final, cuando le enjaretó al bicho dos doblones rodilla en tierra espectaculares. La gente, contenta y algo sapiente, pidió la oreja y le vio pasearla con gusto.
Salió el segundo de Salvador López un animal de escaso trapío pero muy listo. Garza intentó quitar y echarse el capote a la espalda, siendo cogido aparatosamente. Ahí el de Garfias aprendió todo. Por lo tanto, la faena muleteril de López fue un compendio de gritos, medios pases y espantás. El respetable se aburrió y comenzó a imitar las vocalizaciones del muchacho capitalino: reprobable actitud de ambos.
José Lorenzo se las vio con un quinto que saltó espectacularmente al callejón, un burel manso e incierto. Si somos honestos, el bisnieto del Califa de León anduvo a la deriva, fuera de cacho y sin las ideas claras. ¿Consecuencia del arropón en el toro anterior? ¿Falta de un toro a modo? En fin, que esto habrá que olvidarlo, pues Lorenzo es torero.
Al hijo menor del popular banderillero “Pulques” le tocó un último novillo de otro hierro, La Punta, un rumiante que cambió sensacionalmente de lidia para permitirle al tlaxcalteca pegar los mejores muletazos de ésta y varias tardes. Si salimos empapados pero contentos, y toreando de salón, fue por esos derechazos con la mano zurda firme, torera y arriba, acompañando el larguísimo y geométrico trazo diestro del novillero valiente y artista. El olé largo y consagratorio de La México le hizo justicia a Angelino, quien ha sufrido mucho en esta profesión pero tiene la onza y la cambia a voluntad. Mató con eficacia, en lo alto, y se llevó un par de apéndices más en la espuerta.
Uno ha visto varias novilladas, quizá demasiadas, en la Madre Patria, y ya está uno cansado de los novilleritos insípidos y de escuela. Quizá ha llegado el tiempo de la reconquista, de los toreros mexicanos con sello, valor y torería. Creo que Angelino de Arriaga bien puede volver a cruzar el charco e ir a plantar, como Sergio Flores, Diego Silveti y Arturo Saldívar, algunas picas en Flandes. Por no hablar de otros aspirantes a figuras que, como Conrado, Amador y Galindo, podrían, con un apoderado listo y algo de suerte, poner a temblar a muchos.