Gastón Ramírez Cuevas.- Toros: Seis de Villa Carmela, con trapío, con edad, pero sin bravura, excepto el quinto, que fue ovacionado en el arrastre.
Toreros: Juan Bautista, mató al que abrió plaza de buena entera: palmas al toro, leve petición y el espada galo saludó en el tercio. Al cuarto lo mató de estocada entera baja; unos pidieron la oreja, otros le pitaron: vuelta al ruedo.
Óscar López Rivera, en el segundo de la tarde, pinchazo, entera con desarme, pitos al toro y el torero al tercio con división. En el quinto, un pinchazo, una media, descabellos variados, aviso y silencio.
Aldo Orozco, al tercero lo pasaportó de cuatro pinchazos y casi media para escuchar un aviso: pitos inmerecidos e inexplicables palmas al toro. Al que cerró plaza lo pinchó en repetidas ocasiones antes de dejar una estocada casi entera: silencio.

Domingo 27 de febrero del 2011
Décimo octava corrida de la temporada de la Plaza de toros México

La entrada para ver al triunfador de la pasada feria de San Isidro –Jean Baptiste Jalabert, un torero de verdad- fue como de tres mil individuos. Ahí nos damos cuenta de que la afición está extinta en la capital. Además, el encierro fue el más serio de la temporada, compuesto por animales muy cuajados y con el peligro que da la edad. Tristemente, los de Villa Carmela tampoco andan sobrados de bravura, lo cual empañó la labor de los tres espadas.

Y antes de pasar a los hechos, hay que señalar que en esta otrora capital del toreo mundial, la autoridad no tuvo ni la afición, ni la decencia, ni la inteligencia de tributarle un minuto de aplausos al gran maestro Pepín Martín Vázquez, quien falleció en madrugada española. Un petardo gordo, pero no sorpresivo, pues el coso máximo está en manos de puro villamelón improvisado, cuya divisa es la zafiedad.

Vamos a lo acaecido en esta eólica tarde de polvo y detalles. Juan Bautista, el torero de Arles, estuvo en lo suyo, derrochando torería y oficio. En su primero se lució con el capote en clásicos lances a la verónica y un remate pinturero soltando una punta del percal. Llevó al toro al caballo con chicuelinas andantes y todos vaticinábamos una faena de antología ya que el cornúpeto transmitía emoción y peligro. No obstante, en el último tercio, el toro regatéo las embestidas y pidió una muleta poderosísima para ver si acaso podía obligársele a pasar completo. El coleta arlesiano porfió con elegancia, pero no pasó nada memorable. La estocada fue colosal, lo cual provocó que la gente sacara su pañuelo para pedir la oreja, pero el juez en turno –Jorge Ramos- demostró ser bastante burriciego.

En su segundo enemigo, otro de esos toros-toros, como decían en los setentas, el espada francés estuvo fino y torero, especialmente en los naturales, mismos que pegó largos, con clase y en un palmo, consintiendo al pupilo de don Alejandro Arena. Juanito –de cariño- se adornó en muletazos lentos y hasta viendo al tendido; lástima que se le fue la mano y mató bajo. Ahí el juez no supo valorar lo que se le hace a un astado con toda la barba y no concedió la merecida oreja. ¡Vamos! En la presente temporada se han concedido decenas de apéndices por faenas menores y por espadazos mucho más defectuosos. En fin, al dar la vuelta el hijo del rejoneador Luc Jalabert, se le notaba la alegría de haber demostrado a los entendidos que está más puesto que un calcetín para sus compromisos europeos.
López Rivera se entregó toda la tarde. Al muchacho neolelonés, alumno del gran Currito Rivera, se le notó la falta de sitio, pero también el hambre de gloria. En el tercero del festejo porfió sin mucho éxito, quizá por abusar de los pasitos para reponer entre muletazo y muletazo. En resumen, podemos decir que quiso, pero no pudo con el toro, pues el de Villa Carmela pedía mando y distancias muy comprometidas para colaborar.

En el quinto, el animal más boyante de todos los del encierro, López Rivera dio una muestra de actitud envidiable. En los naturales y en los derechazos hubo entrega y valor, hasta donde se pudo. La turbamulta le pitó, no me pregunte usted por qué. Si un joven coleta se pasa al toro de verdad en la faja y logra regalar momentos de torería, debe aplaudírsele, no al revés. Quizá ese arte “excelso”, almibarado y cursi de algunos toreros extranjeros –el que hacen frente a rumiantes moribundos y tontos- ha hecho perder el norte a mucha gente. Lástima que a la hora buena Óscar perdió los papeles, pues una estocada hasta las cintas hubiera, si me permite el tópico, trocado las lanzas en cañas.

Aldo Orozco no logró decirle nada al cónclave, pero no por culpa suya. Este joven jalisciense es buen torero, y cuando se gusta puede pegarle un baño a muchos. Desgraciadamente, hoy se enfrentó en primer lugar a un toro sosito y débil. Él estuvo bien y con sitio, pero el morito no lo dejaba estar.

El último del festejo fue un toro asaltillado de preciosa lámina, pero no tuvo sino complicaciones, debilidad y sosería. Aldo hizo todo lo toreramente posible, mas las embestidas del bicho hubieran aburrido hasta a los fanáticos de El Fandi.

En suma, un festejo en familia con toros decentes pero que no ofrecieron posibilidades serias de triunfo, y una terna que yo volvería a ver con entusiasmo.

Fotografía: Emilio Méndez