Álvaro Pastor Torres.- Festival taurino en Mairena del Aljarafe con triunfo de todos los actuantes que se repartieron once orejas y un rabo. La plaza se llenó en un festejo bien organizado.
Plaza de toros de Mairena del Aljarafe (Sevilla). Sábado 20 de febrero de 2016. Festival benéfico con picadores organizado por la Hermandad de Ntra. Sra. de las Mercedes. Casi lleno en tarde soleada y algo ventosa que terminó gélida.
Diego Ventura: oreja y dos orejas y rabo
El Cid: oreja y dos orejas
Salvador Cortés: oreja y dos orejas
El novillero Manolo Triana: dos orejas
Cuando un festival comienza a su hora en una plaza portátil es señal, al menos, de dos cosas: que la organización ha sido perfecta y que la taquilla ha ido bien. Casi lleno -lleno aparente dirían otros- en una tarde donde la seriedad y el buen hacer fue la nota distintiva durante todo el festejo. El público respondió, los actuantes se emplearon a fondo y todos disfrutaron. Once orejas y un rabo se repartieron.
Diego Ventura triunfó como rejoneador y como ganadero. Su segundo utrero fue un ejemplo perfecto de lo que debe ser una res brava para el toreo a caballo. Con justicia se le dio la vuelta al ruedo póstuma. Antes el de La Puebla había levantado clamores en el tercio de banderillas montando a Nazarí y después con Remate en la ejecución de la suerte de la rosa al violín.
Manuel Jesús El Cid anduvo firme ante el novillo incierto de Ave María. Con su segundo, un toraco de Juan Pedro que nunca se terminó de entregar, fue de menos a más, poniendo él toda la casta que le faltaba al toro. Mató a la primera con un nuevo prototipo de espada, que no dudo que sea efectiva, pero que estéticamente deja bastante que desear, para lo que estamos acostumbrados.
Salvador Cortés toreaba casi en el patio de su casa. Muy entregado siempre ante sus paisanos. Le sacó todo el partido que tenía a su primer astado, y poco pudo hacer con el parado toro de Juan Pedro que hizo sexto, un precioso colorao tan falto de clase como ayuno de raza.
El novillero Manolo Triana rodó por el suelo y voló por el aire más de lo que merecía la nobleza del animal. Siempre animoso y variado no se quiso quedar atrás en la senda triunfal por la que transcurría una tarde que ya entonces declinaba.