Gastón Ramírez Cuevas.- La corrida de hoy nos compensó con creces por lo sufrido el lunes. Hubo toreo del bueno y hasta un toro bravo. Vamos, como es costumbre, por partes. El cartel, compuesto exclusivamente por coletas sevillanos resultaba interesante en el papel y todos teníamos la esperanza de que los toros de Torrestrella embestirían como en algún sábado de farolillos hace un par de años. Así las cosas, el encierro no fue para echar cohetes pero vimos cosas muy interesantes.
Miguel Ángel Delgado se fue a porta gayola en el que abrió plaza y logró una impecable media larga cambiada de rodillas. Ese primer astado resultó el proverbial toro bravo y en la faena de muleta puso en evidencia el poco rodaje de Delgado. Después del cartucho de pescao y de las primeras dos tandas de derechazos de muy buena factura, el de Álvaro Domecq se rebeló contra la falta de mando y puso en aprietos al torero, sobre todo por el pitón izquierdo. El valor de Miguel Ángel no está a discusión y lo demostró con las joselilinas/bernardinas finales. De haber matado al primer envite y con el público de su parte, es probable que hubiese tocado pelo.
El cuarto de la tarde fue un toro de mal estilo mal toreado. Ahí lo mejor fueron los dos pares de banderillas de Curro Robles, quien se desmonteró. Delgado se pegó un arrimón un tanto anodino que no sirvió de gran cosa porque se puso pesado con la toledana.
El segundo espada, Pepe Moral anduvo regular en el primero de su lote, un toro soso, mansito y débil pero que se dejaba meter mano. A la faena de Moral le faltó confianza, no perder el paso, ajustarse y aguantar. Con el quinto cambió la cosa para bien. Ese animal tuvo la virtud de embestir con nobleza y de regalarle al torero varias docenas de buenas embestidas por ambos perfiles. Pepe Moral toreó bien por derechas echándole temple al asunto, aunque para mi gusto lo mejor de su trasteo fue un excelente y larguísimo natural. Si algo le faltó a la faena fue ligazón porque el diestro abusó del toreó perfilero y reponía de más entre pase y pase.
Afortunadamente Pepe se fue con fe tras la espada y mató al toro de manera espectacular para cortar una oreja que fue pedida con mucha fuerza.
Javier Jiménez estuvo sensacional con la muleta en sus dos toros. Al tercero de la función, un morlaco débil que permaneció en el ruedo por la tozudez del juez de plaza, Javier le pegó los mejores muletazos no sólo de esta tarde sino de muchas otras. Con la muleta muy bien cogida el torero de Espartinas demostró virtuosismo, sensibilidad e imaginación ante un cornúpeto que tenia ganas de embestir y lo hacía con clase pese a su lamentable y evidente falta de fuerza. Hubo derechazos, naturales, cambios de mano, muletazos de la firma, largos pases de pecho y unos doblones rodilla en tierra de cartel. Javier completó todos los pases acompañando con la cintura, pasándose al toro muy cerca, templando y gustándose. El toreo de Javier tiene algo que nunca se ha encontrado con facilidad en el arte de Cúchares: musicalidad, elegancia, alegría, inteligencia natural y reposo. Lástima que por no matar con eficacia le mandaron hasta dos recados desde el biombo, cosa que no obstó para que los aficionados sevillanos le sacaran a agradecer la ovación en el tercio.
El que cerró plaza tampoco anduvo sobrado de fuerza y se desinfló como un globo caduco. Pese a eso, Javier volvió a tirar del repertorio y a parar, embarcar, templar, mandar y cargar, sobre todo en los pases con la zocata. A la hora de la verdad, el joven espada se dejó literalmente caer en cámara lenta sobre el morrillo, dejando –como decían los viejos revisteros- una muy buena y hasta la taza. La gente pidió la oreja y la obtuvo, un poco para premiar así toda la labor del muchacho.
Cuando escribía de toros, Felipe Benítez Reyes (el poeta de Rota) decía que había un toreo sin alma y un toreo con alma. El toreo de Javier Jiménez tiene alma.