Luis Carlos Peris.– Nada más cambiado el tercio que señala el relevo de las cornetas por los clarines nos estalla en la agenda un acto que siempre fue de gozo pero que ha tornado en doloroso, terriblemente doloroso. Para esto de hoy nos convocaba Ramón Vila a fin de homenajear la memoria de su padre con la concesión de los premios Doctor Vila Arenas a los quites artístico y providencial, pero ya no es igual, no puede ser igual. Ahora, en su XXXIX edición, el galardón ya lleva el nombre de Doctores Vila y estoy convencido de que se me hará un nudo en la garganta cuando se evoque la figura de Ramón Vila Giménez, el amigo del alma que se nos fue recién acabó la feria pasada. Hoy, su figura vivaqueará por la memoria de cuantos lo tuvimos por amigo fundamental, que una cosa es ser amigo y otra muy diferente la de pilar fundamental para el buen discurrir de las vidas que le rodeaban.

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