Álvaro R. del Moral.- Se encendieron los farolillos. Llegó la luz al meandro de los Gordales, el mismo que cruzaba Belmonte -cuando aún era río vivo- para colarse en la dehesa de Tablada en aquellas noches de luna y miedo que poco, poquísimo tienen que ver con el planeta de tubos, lonas y freidoras que marcará el reloj de la ciudad hasta el próximo domingo en función de la mecha que maneje cada cual. Abril quedó atrás y esta feria de mayo se adentra en su yema marcando algunas constantes que merecen ser analizadas: la primera, que era esperada a pesar de las buenas entradas de Resurrección y la novillada de intermedio, es el espectacular bajón de público que ha acompañado el comienzo del ciclo continuado de festejos. La rebelión de Los Cinco habría conseguido ahí una dudosa y amarga victoria que convierte a todos -incluidos los toreros alzados- en perdedores de este estúpido empeño. No hace falta recordarlo más pero este alzamiento estaba condenado desde primera hora a pesar del desgaste que está suponiendo para la empresa Pagés y -ojo- del torpedeo de los ingresos de la Real Maestranza de Caballería que basa su legítimo piso de plaza -tan discutido en privado por esos mismos toreros- en un porcentaje fijo sobre los ingresos brutos de la renqueante taquilla.
Esos tiempos que se fueron… Pero ese bajón taquillero nos lleva a otros factores irremediables que han modificado ¿para siempre? la geografía humana de la plaza. Sólo hay que asomarse al anillo para comprobar el derrumbamiento identitario de tendidos como el 2, el 4 y el 6, en el que quedan pocos, poquísimos abonados de esos que se saludaban en Resurrección y se despedían en San Miguel preguntando por la familia, enseñando fotos de los nietos y lamentando el divorcio de la niña, con lo buena que es. Sí sobrevive la personalidad de ese peculiar senado ciudadano y taurino del 1 y el 3 y se mantienen, numantino y ruidoso, el personal rigorista de los altos del 8. También se observan algunas migraciones de abonados que han cambiado sus localidades de siempre por otras algo más asequibles económicamente. Y se consagra el espectador ocasional como definitivo y nuevo cliente de una empresa que ha reaccionado tarde -y en algunas cosas bien- para enderezar la curva descendente de la parroquia menguante. Nada queda de ese personal que se peleaba por los mejores sitios de una Sombra que empieza a perder la batalla contra el Sol, con precios que sí están acordes con las actuales economías familiares. También hay que mencionar, ¿por qué no? la progresiva extinción de algunos modos y costumbres de la Sombra. La elección de terno y corbata dependía de la alcurnia del cartel en la preferia y del influjo de los farolillos en estos días feriados. Tampoco en eso se parece a sí misma la plaza en estos tiempos de tribulaciones. Sólo es un síntoma menor de un problema grande que hay que analizar en profundidad para intentar arreglarlo.
Pero sigo siendo el rey… El caso es que en estos momentos de sede vacante -con la tropa revelada holgando en Aguascalientes y buscando perritos que les ladren- la actitud de Enrique Ponce nos devuelve a otros tiempos y otros modos que deberían aprender los que sueñan con una nueva vertebración del toreo ajena a su propio e imprevisible hilo. Posiblemente el valenciano no mostró su mejor nivel en Sevilla -volvía después de una durísima rehabilitación y un mes y medio en el dique seco- pero supo detentar el rango de máxima figura para reaparecer en la feria con sentido de la responsabilidad, sí, pero sobre todo de la autoridad. A pesar de ese enorme cambio sociológico que han experimentado los tendidos sevillanos, la gente supo reconocer el esfuerzo del valenciano sacándolo a saludar después del paseíllo. Aún le queda una tarde en esta extraña feria de Sevilla a la que no quería faltar al cumplirse el XXV aniversario de su alternativa. Ya se está hablando de ciertos gestos que podrían marcar un año especial que marcaría distancias. ¿Será verdad que Ponce anda en conversaciones con la Junta Administrativa de Bilbao para estoquear la corrida de Victorino Martín en la Semana Grande? Llegados a este punto, las comparaciones se hacen odiosas aunque no merece la pena abundar en un tema que tampoco despierta ya tantos entusiasmos. Hoy comienza el definitivo tramo de farolillos, marcado por el crédito que se juegan los matadores más jóvenes como Escribano -autor de la mejor actuación global, con o sin orejas- Nazaré, Adame o Galván. Poco más hay que rascar en estas combinaciones que seguirán marcando debilidad o fortaleza en el termómetro de la taquilla. Y nos vamos, que esta tarde hay toros. Pero no podemos hacerlo sin dejar de oler el pestazo de esas habas que ya cuecen en todas partes: Si en Sevilla afrontamos el tramo ¿fuerte? de una feria que podría marcar un antes y un después de su pasado y futuro inmediatos, en Córdoba ni siquiera tienen carteles para su inminente Feria de la Salud. El renqueante taurinismo cordobés anda pendiente de la decisión de un juzgado para saber quién será el organizador de un ciclo que tendría que comenzar en sólo tres semanas. El asunto se presenta complicado. ¿El enemigo estaba en Cataluña? Que va…
(*) Publicado en el blog La tarde colgada al hombro…