Cinco novillos malos y uno, el sexto, bueno de Juan Pedro en la novillada de San Miguel en Sevilla. Oreja barata para Gonzalo Caballero y dos estocadas enormes de Tomás Angulo. Un gran banderillero con el capote, El Suso, y otro con los palos, Curro Robles. Así fue la primera de San Miguel
Plaza de toros de Sevilla. Novillada de San Miguel. Media plaza. Seis novillos de Juan Pedro Domecq, bien aunque muy desigualmente presentados, muy bajos de casta y fuerzas. El único potable fue el sexto. Saludó Curro Robles y destacó en la lidia El Suso.
Rafael Cerro, celeste y oro, estocada baja (silencio). En el cuarto, estocada atravesada y descabello (silencio tras aviso).
Tomás Angulo, verde botella y oro, estocada (silencio). En el quinto, estocada (vuelta al ruedo). Fue asistido de un cuadro de distension rodilla derecha sin que se aprecien signos de lesion articulary/o ligamentosa. Se practica vendaje, antiinflamatorio topico. Se aconseja estudio Rx. Leve.
Gonzalo Caballero, rioja y oro, pinchazo, atravesada y seis descabellos (silencio tras aviso). En el sexto, estocada (una oreja).
Carlos Crivell.- Sevilla
La novillada de Juan Pedro no podía embestir con las hechuras que mostraron los animales. Se comprende que estas ganaderías de lujo lidien como novillos a reses destartaladas, grandullonas, carentes de cuello, corniabiertos, que no podrán encajar en corridas de toros con un año más cumplidos. A saber qué nota tendrían, que no podría ser buena, porque, salvando al sexto, fueron un conjunto sin fuerzas ni clase, siempre con la cara alta, carentes de casta brava. Un desecho para una novillada de lujo.
Sólo embistió con calidad el sexto, que además fue el único que se dejó picar con estilo. Gonzalo Caballero aprovechó a este buen novillo para realizar una faena de buen comienzo y mediocre final. Comenzó de forma errónea citando con la muleta plegada con el novillo en las tablas. La voltereta estaba cantada. No le pasó nada, pero voló cual pelele por el aire. No recibió ni un rasguño. Siguió con derechazos de trazo suave y buen temple. El novillo era una delicia. Otra tanda más bien rematada con el de pecho y una con la izquierda sin poder ligar. El animal duró poco. Las bernardinas, algo que este torero instrumenta por decreto, remataron su labor. Los toreros de ahora se obcecan en los arrimones, manoletinas y similares porque no saben dar dos ayudados de calidad o dos trincherazos de cartel. La estocada fue certera y la oreja de una benevolencia extrema. Con el tercero no se entendió. El novillo no tuvo clase y Caballero anduvo impreciso. A pesar de ello acabó con bernardinas. Qué cruz.
Las dos estocadas de Tomás Angulo fueron excelentes. El novillero extremeño demostró que sabe matar muy bien los toros. Y eso siempre ha tenido premio. El segundo de la tarde no debió morir en el ruedo. El presidente estuvo terco y lo mantuvo, a pesar de las continuas caídas del “juampedro” durante los dos primeros tercios. Es una forma como otra cualquiera de hurtar un novillo a la afición. Angulo, que estuvo acelerado y nervioso con el capote durante todo el festejo, se preocupó de que no fuera castigado en varas. Entre la invalidez del llamado “Asesino” – qué mal gusto ponerle ese nombre a un toro – y los tirones de Angulo, fue imposible el lucimiento.
El quinto tenía cierta bondad en sus acometidas, aunque nunca humilló. Brilló con el capote el banderillero El Suso, que lo llevó muy templado con mimo y gran estilo. Angulo volvió a estar embarullado con el capote. Fue una faena de voluntad en la que procuró tirar del animal. Lo logró en ocasiones, mientra que otras veces desplazó las embestidas de forma violenta. En ambos novillos se tiró a matar por derecho y clavó el estoque en la cruz, de forma que ambos rodaron sin puntilla. Sólo por ese detalle de tirarse a matar de verdad, en esta ocasión se puede considerar que esa vuelta al ruedo hizo justicia. En otros tiempos una estocada valía una oreja. Ahora, dos estocadas le han valido una vuelta.
Rafael Cerro lidió a los dos novillos mejor presentados de la tarde. Las cuadrillas hicieron los lotes de forma poco acertada. Ambos fueron muy malos. Cerro le puso mucha voluntad a su labor, aunque la voluntad no se acompañó de un mayor arrojo. El que abrió plaza era un compendio de sosería, tanta como la que dejó entrever Cerro, que también fue un diestro aburrido y poco despejado de mente.
El cuarto, un tío, llevó siempre la cara por las nubes. Ahora se entregó de verdad, aguantó parones, intentó alargar unas embestidas de nula calidad y se justificó como no había hecho en el primero. Acabó con el arrimón de rigor, costumbre ya inveterada entre los nuevos toreros, y lo mató con poco acierto.
Un novillo bueno medio aprovechado, el sexto; dos estocadas de Tomás Angulo; una lidia excelente de El Suso, y dos buenos pares de Curro Robles. Es mucho o poco, según se mire. Donde no hay dudas es sobre el lote enviado por Juan Pedro, impropio de esta ganadería para esta plaza.
Foto: Álvaro Pastor Torres