Morante cortó una oreja por una labor mezcla de arte y valor. El torero de La Puebla se mostró pletórico en el quinto, mientras que Castella se estrelló con un mal lote de Jandilla. Finito no acertó a torear al buen toro cuarto.

Toros de Jandilla, desiguales de presentación. El mejor, el cuarto.

Finito de Córdoba, silencio y leves pitos.
Morante de la Puebla, ovación con saludos y oreja.
Sebastián Castella, silencio y palmas.

Plaza de toros de la Real Maestranza. Lleno.

Carlos Crivell.- Sevilla

El arte cotiza caro. Morante destila arte grande en cada gesto. Siendo tan expresivo en su torería, el de La Puebla es un torero muy valiente. Ayer cortó una oreja – para este tipo de toreros los trofeos no tienen la misma medida –, pero lo más importante fueron sus arrestos de valor para lidiar a uno de Jandilla que, sin ser malo, se pensó mucho las arrancadas. Morante es un artista, eso no es nada nuevo, pero su valor es incuestionable. Y eso sí es noticia.

La corrida de Jandilla estuvo marcada por el infortunio. También por una presentación muy desigual. Nada que ver el primero y el tercero con el cuarto y el sexto. Es muy desafortunado que un toro se muera en el ruedo, como le pasó al primero de Castella; también es penoso que el mejor astado de la suelta, el cuarto, no se encuentre en el ruedo con un matador puesto y dispuesto. Finito desaprovechó al de Jandilla de forma clamorosa. Y también es muy poco afortunado que salga un gran toro por sus hechuras, el sexto, y sea tan manso.

En el plano torero la corrida fue de Morante. Salió dispuesto a torear, como plasmó en los lances del saludo al segundo; con el capote lo bordaría en el quinto, con una de sus verónicas y la media del remate al quite por chicuelinas que se inscriben entre lo mejor del toreo sevillano.

No acabó de entenderse con el segundo en una labor de mano derecha de buen trazo y remate incompleto. Acabó citando a golpe de zapatillas.
Con el quinto toreó en redondo con la profundidad que posee este diestro. Cada pase era un castigo para el de Jandilla, tan justo de raza que acabó rajado. Pero antes la Maestranza saboreó el toreo de filigrana en los de la firma, la trincherilla y los de pecho. Entre tanto arte, valor puro y duro para aguantar miradas y parones. No importó un desarme por insistir en uno de pecho sin solución. La plaza comprendió al torero y la oreja fue el premio. Al margen de trofeos, quedó la sensación de su buena puesta a punto en las formas y el fondo, así como su valor casi impropio de quien tiene el sello del arte.

La tarde fue ingrata para Finito y Castella por distintos motivos. El de Córdoba fue la imagen del desánimo. Con el toro bueno de la tarde se dio un atracón de muletazos sin sello, en general rápidos y con un visible movimiento de zapatillas que chirriaba ante la calidad del Jandilla, que en banderillas se puso a galopar y salvó el honor de su ganadería. El sello de Finito se pudo entrever en algún que otro muletazo, pero todo fue insuficiente. El toro se vio mucho y a Finito lo que se le vio fue su ligereza de piernas. Con el que abrió plaza, una ruina de toro por su falta de raza, estaba justificado que abreviara. Finito pasó por la Feria y no dejó ninguna huella.

También fue una tarde ingrata para Castella. El francés está en buen momento. En esta primera corrida de la Feria lo ha tenido todo en contra. No es habitual que un toro se tumbre a mitad de faena y se muera sobre el ruedo, al menos así pareció que le había ocurrido al de Jandilla. Cuando se esperaba una faena grande con el bello sexto, el toro renunció a su genética y a sus ancestros para dar un verdadero concierto de mansedumbre. Pasó por este festejo casi inédito, apenas se pudo vislumbrar su estilo en los valientes estatuarios del comienzo de la faena del citado sexto, un prodigio de quietud y estoicismo. Castella no tiene suerte en Sevilla. En la mente del aficionado queda el recuerdo de su faena a un toro de Zalduendo con dos orejas al esportón. Ha pasado el tiempo y no ha pasado nada. Le queda otra, como a Morante, así que todo se mantiene en alto para esa cita en la Maestranza.