Mala corrida en conjunto la 11ª de la Feria de Abril, con tres toros posibles y una terna sin ambición formada por Castella, Cayetano y Daniel Luque que dejó pasar la tarde sin detalles que justificaran su inclusión en la Feria.

Plaza de la Maestranza. Lunes, 23 de abril de 2012. Décimo primera de feria. Tres cuartos de entrada. Toros de Daniel Ruiz, anovillados en general. El primero, un sobrero de Parladé y el tercero, sobrero de Montealto. Saludó José Antonio Carretero en el segundo.

Sebastián Castella, de coral y oro. Pinchazo y estocada corta pasada (silencio). En el cuarto, pinchazo y estocada pasada y rinconera (saludos).

Cayetano, de azul pavo y oro. Estocada tendida (saludos). En el quinto, dos pinchazos y estocada. Aviso (silencio).

Daniel Luque, de azul marino y oro. Estocada pasada y desprendida (silencio). En el sexto, media estocada rinconera (silencio).

Carlos Crivell.- Sevilla

La terna salió a la plaza contemplativa, sobrada y pasó por la corrida con aires de suficiencia sin buscar el triunfo que los toros les pusieron en bandeja. Salieron tres toros, cuarto, quinto y sexto, buenos para el toreo. Es difícil que salgan toros boyantes. Más en una Feria como la de Sevilla. Y los toreros, como si ya lo hubieran conseguido todo, no fueron capaces de lograr el triunfo.

Se podría pensar que no cortaron las orejas porque fallaron con la espada. En absoluto. No cortaron las orejas por propia incapacidad torera. Luego vendrán las lamentaciones. Lo tenían todo a favor. El público, en general amable, más después de la primera parte del festejo, que fue una calamidad por las escasas fuerzas de los toros de Daniel Ruiz.

Lo sucedido es grave y merece una reflexión. Castella, matador de toros desde 2000, contratado para tres corridas en este ciclo, tuvo su oportunidad en el cuarto. El toro era blando y la presidencia lo mantuvo en el ruedo, cuando bien podía haberlo devuelto. Castella se percató de que el toro tenía calidad y se fue al centro a brindarlo a la plaza. Algunos espectadores protestaron, seguro que entendiendo que un toro blando no debería brindarse. La primera equivocación de Castella fue lanzar la montera hacia la zona de los descontentos. Son cosas que han pasado siempre. Cuando una plaza está descontenta lo que tiene que hacer el torero es subirse encima del toro y cortarle las orejas, sobre todo si el toro tiene clase como la tenía ese cuarto.

Dos tandas buenas sobre la diestra, el toro dobla las manos, pasa a la izquierda, la faena se hunde en los enganchones por la izquierda, vuelve a la derecha, la música toca sin sentido y el toro se va sin la faena que parece que era posible. Lo dicho, los toreros son tipos distintos, son de otra madera, pero deben ser así siempre. Cuando se envalentonan con el público es para cortar las orejas. El toro cuarto era de triunfo y todo quedó en saludos.

Otro buen toro fue el quinto. El mejor de la corrida. Tenía presencia, no rodó por el albero y metió la cara con calidad en la muleta. Cayetano, muy entonado con el capote toda la tarde, se fue al centro y toreó sobre la derecha. Había toro con recorrido. Remató la primera tanda con un cambio de manos precioso, señal de que es un matador de empaque solemne. En la tanda siguiente ya le enganchó la franela, igual que en las demás. Entre enganchones, el toro de Daniel Ruiz se fue apagando. Toro de triunfo sonoro. Cayetano, de porte elegante, no lo pudo aprovechar.

En los ambientes del torero se consideró que el torero que tenía mayor responsabilidad era Daniel Luque, matador de toros llamado a ser importante. Debe tener en cuenta que ese sello hay que justificarlo. Su toro fue el pequeñito sexto, aprobado por arte de bilibirloque por la autoridad. Se repitió la historia en este sexto. Al centro, a la derecha y a los enganchones. El toro tenía también faena. Se arrastró con las orejas como toda la corrida. Está claro que los toreros no estarán de acuerdo con este juicio, faltaría más. Pero si tienen capacidad para reflexionar llegarán a la conclusión de que se les fueron a cada uno un toro de triunfo. Lo malo sería que no lo reconocieran.

La primera parte fue la apoteosis del desconcierto. Al palco no le tembló la mano para devolver al primero a los corrales. También hizo lo mismo con el tercero. Con el mismo argumento debería haber devuelto al cuarto. De los tres toros de la primera parte, dos a los corrales y dos sobreros.

La terna está justificada en sus primeros astados. El sobrero de Parladé esperó mucho antes de meter la cara. Castella volvió a demostrar que tiene un problema grave para templar las embestidas. El de Ruiz que se lidió como segundo tampoco daba la talla precisa para Sevilla. Fue simplemente noble. Cayetano estuvo bien en la estética, pero con tandas muy cortas. El animal acabó parado.

El sobrero de Montealto, primero de Luque fue malo de solemnidad. A este paso esta ganadería será la que más lidie en la Feria. Salió con más fuelle, fue manso y le dieron estopa en el caballo. Daniel Luque, que dibujó algún lance precioso en el que fue devuelto, no pujo más que poner voluntad.

La corrida fue preocupante. La entrada para un lunes de Feria fue insuficiente. El cartel merecía mejor ambiente. Y a Castella y a Luque les quedan otra corrida. Su paso por el ciclo de momento no anima a la afición. Se lidiaron algunos toros sin trapío, como segundo y sexto. La corrida tuvo nobleza, es decir que fue muy potable para toreros con ambición. La actitud de la terna no fue la que se podía esperar con semejante material ganadero.

De la suerte de varas, la lidia y demás asuntos cotidianos, mejor no seguir lamentando la pérdida de identidad de la plaza. Y cuando la afición intenta hacerse notar tiene que soportar que un diestro se moleste y les mire con mala cara. Todo muy penoso.