Carlos Crivell.- Los gitanos no quieren a sus hijos con buenos principios. Tampoco lo querrá el ganadero de La Quinta, sobre todo si después de un toro muy bueno salen cinco con poca casta. El llamado Dorado fue un toro con todos los atributos del encaste Santa Coloma: fijeza, recorrido, humillación y templanza en la embestida. Antes de que se vuelva a recordar lo de la baraka de El Cid, hay que dejar claro que el buen tratamiento del torero de Salteras fue decisivo para lucir las condiciones del toro. Y si alguien opina que no estuvo a la altura de Dorado, siempre quedará la duda sobre lo que hubiera ocurrido en otras manos. El Cid no le cortó las dos orejas porque la espada cayó caída y trasera.
Ese número 22 fue recibido con ese run-run de aceptación que saluda a los toros bonitos. El de Salteras lanceó con buenas verónicas y el toro dejó su tarjeta de presentación en el caballo: bravo en dos puyazos de Manuel Jesús Ruiz Román. La faena de El Cid fue muy templada, basada en la mano derecha, con tandas muy ligadas, que con el son extraordinario del toro llegaron con intensidad al tendido. Faena buena de primer toro, lo que es un problema para el espada y para el público. En la plaza, sin embargo, hubo clamor. No faltó alguna voz con el clásico ¡no lo mates!, como si Sevilla fuera un pueblo, que no lo es, aunque muchas veces lo parece. La gente pidió las dos orejas. El palco miró con detalle la colocación del estoque. El pañuelo azul de la vuelta al toro fue inapelable.
Con este preliminar tan intenso, la corrida fue cayendo despeñada en cuestiones de calidad. Así ocurrió con el segundo, tan blando y desclasado, siempre con la cara a media altura. Daniel Luque comenzó con tres tandas a media altura con la diestra, en las que mostró buen pulso y facilidad. En la tercera le bajó la mano y la dejó colocada para ligar y aquello subió de tono, pero fue funesto para el toro que se negó a seguir repitiendo las arrancadas. Ya todo sucedió con muletazos de uno en uno.
Mejoró el tono ganadero con el tercero, que se fue suelto del primer encuentro con el caballo y luego recibió dos puyazos fuertes. Emilio de Justo se encontró con un toro bondadoso sin mucha humillación. La faena fue un concierto de derechazos en cuatro tandas y una con la izquierda. Dejó la muleta en la cara para tirar del toro y conseguir muletazos más que estimables. Citando con la voz, la tercera tanda fue la mejor. La única con la zurda fue de trámite. La final fue de toreo rehilado, en decir en circular sin darle salida al toro. Lo mató bien y ahí consiguió que la plaza pidiera una oreja cogida con alfileres.
El cuarto fue un buen mozo aplaudido de salida. De nuevo lanceó El de Salteras con calidad. El animal, que tanto prometía por las hechuras, fue un toro blando que se quedó muy corto. Se lo brindó a su hijo y la faena fue de mucha voluntad, aunque sin demasiado brillo. El de La Quinta se desfondó muy pronto.
Luque sorteó en quinto lugar otro toro flojo y muy parado en el último tercio. Se lo brindó al ganadero, pero no fue quizás el brindis más oportuno, porque ese toro no dejó en buen lugar a la casa Martínez Conradi. A Luque, que es un torero de un poder enorme, le fue imposible ligar las tandas. El toro llegó a tumbarse en mitad de la faena.
También se aplaudió al hermoso sexto. De Justo quería apuntalar su tarde y se hincó de rodillas para saludarlo con una larga en el tercio. En banderillas, el toro se dio una costalada, que bien pudo influir en su juego final. El torero cacereño se lo brindó a El Cid. Lo cuidó mucho De Justo en tiempos y alturas en los primeros compases de la faena. El llamado Bienvenido se quedó corto y echó la cara arriba, todo parecía indicar que era imposible la faena, pero la perseverancia y el valor del diestro obraron el milagro de conseguir muletazos por bajo de un enorme mérito. Fue sacar agua de un pozo seco. Se fajó con el animal por ambos pitones, alargó en demasía la faena y el de La Quinta ya parecía sometido. El valor del temple y la entrega sin reservas de un torero. De nuevo lo mató de un estoconazo y cortó una de esas orejas silenciosas – no hubo música – que tanto prestigio les dan a los toreros.
Plaza de toros de Sevilla, 18 de abril de 2024. Duodécima de abono. Lleno. Seis toros de La Quinta, bien presentados, excelente el primero – Dorado, nº 22, de 515 kilos -, premiado con la vuelta al ruedo, y descastados el resto. Más noble, el tercero. Complicado, el sexto.
El Cid, de azul y oro. Estocada trasera y suelta (una oreja). En el cuarto, pinchazo, media atravesada y descabello (saludos tras aviso).
Daniel Luque, de burdeos y azabache. Estocada trasera (saludos). En el quinto, estocada y un descabello (saludos).
Emilio de Justo, de negro y azabache. Estocada (una oreja). En el sexto, estocada (una oreja tras aviso).
Saludaron en banderillas Iván García, Jesús Arruga, Lipi, Juan Antonio Maguilla y Abrahán Neiro ’Algabeño’. El Cid le brindó el cuarto a su hijo. Daniel Luque, el quinto a Álvaro Martínez Conradi. De Justo, el sexto a El Cid.