Carlos Crivell.- La corrida de Alcurrucén, tan bonita de hechuras y con tan poquita cara, fue más bien una parada de bueyes rocieros que otra cosa. El problema de esta corrida fue su ausencia de casta. El toro puede ser manso, y los de este encaste Núñez salen abantos y son complicados en los primeros tercios; sin embargo, al final desarrollan calidad en las embestidas, por ello los requieren las figuras. Ocurre que, si el toro está carente de casta, se para de forma asombrosa o embiste con la cara alta sin calidad ninguna. Y eso les pasó a los de Alcurrucén, que se hundieron para precipitar la tarde por un desfiladero de completo desaliento. Bendito público que aguantó la tarde y solo protestó la aparente invalidez de algunos toros, pero lo hizo con una llamativa timidez.
El primero se agarró al albero para negarse a embestir a la muleta que le ponía por delante Morante de la Puebla sin demasiado interés en provocar sus arrancadas. El cuarto, último del cigarrero en esta Feria, permitió que el capote del diestro completara dos verónicas, pero sobre todo una media de escándalo. Se enroscó al toro a la cintura en media memorable. El toro toledano había recibido un puyazo muy fuerte en varas. Lo acusó más tarde. Antes, Morante abrió su faena con muletazos a media altura con mucho sabor. El toro se paró pronto, como toda la corrida. Entre cites y zapatillazos para provocar su embestida, Morante dibujó tres naturales sueltos enormes de plasticidad, de verdad torera y de añejo sabor. Ahí acabó todo, el toro y el torero.
Sebastián Castella hizo un gran esfuerzo durante toda la tarde. Así, en las verónicas del segundo se estiró de forma admirable. Lances buenos, pero con el sello del francés, que no ha nacido precisamente en Triana. Ese detalle no le importa a Castella, que con la muleta trató de ligar los muletazos dejándola colocada para enlazar los pases. De esta forma, fueron muy buenos los que ligó con los de pecho ante un toro remiso a embestir. Llegó a torear en circular, ese tipo de toreo tan en boga, donde se ligan en continuidad los pases sin rematarlos. Es muy efectivo porque el público lo aclama, pero es muy poco torero. La faena fue de entrega, acabó metido en los terrenos del toro y lo mató de una estocada defectuosa. Ese tipo de estocadas provocan que los toros mueran con resistencia, como le ocurrió a este segundo, pero nunca se le puede llamar bravos, porque la bravura es otra cosa.
El quinto fue un manso integral. Se picó a puyacitos sueltos sin que se quedara debajo del peto. El capote de Chacón lo fijó. Fue de esos mansos que tienen buenas y nobles embestidas, aunque este quinto lo que no tuvo fue casta suficiente para aguantar la faena de entrega de Castella, que de nuevo puso en marcha su maquinaria de dar pases, hasta que el animal comenzó a recortar los viajes y le enganchó mucho la muleta al francés. De cualquier forma, fue una faena de entrega encomiable. El manso había embestido hasta que su gasolina se agotó. La espada volvió a viajar de forma imperfecta y todo quedó en una ovación.
El berrendo tercero tenía una carita impropia de un toro de la fería de Sevilla. Abrochado de pitones y levemente tocado, alguno con guasa lo calificó de la vaca Lola. Fue una gracia de un público aburrido ya en el tercero. Fue manso en varas y embistió sin celo con la cara a media altura. Rufo anduvo correcto sin más. Ni apretó el acelerador ni tampoco se le pueden poner muchas pegas.
El sexto, que tenía la cabeza de un toro de esos disecados que hay por las tabernas, era un animal alto y feo de hechuras. Tampoco embistió en el último tercio. Se había dejado pegar dos buenos puyazos por parte de Manuel Jesús Ruiz Román. Rufo se puso a torear como un funcionario por ambos pitones y el animal le protestó con la cara alta, de ahí que surgieran los enganchones.
Sobre la entrega y capacidad de Castella no quedan dudas, y es muy digno de ser resaltado, pero en la corrida lo que se saboreó de verdad fueron tres naturales y una media colosal de Morante, que ha firmado una mala feria, pero que mantiene incólume la llama del interés de la afición, porque donde hay tanta calidad puede resurgir el toreo grande en cualquier momento.
Plaza de toros de Sevilla, 19 de abril de 2024. Decimotercera de abono. No hay billetes. Seis toros de Alcurrucén, desiguales de presencia, con algunos sin trapío para esta plaza. Mansos, flojos y descastados, ninguno llegó con vida al último tercio.
Morante de la Puebla, de caldera y oro. Media atravesada (silencio). En el cuarto, tres pinchazos, media estocada y tres descabellos (silencio).
Sebastián Castella, coral y plata. Estocada trasera y caída (saludos). En el quinto, media atravesada y descabello (saludos).
Tomás Rufo, de lila y oro. Dos pinchazos (silencio). En el sexto, estocada (silencio).
Saludó en banderillas José Chacón. Destacó el picador Manuel Jesús Ruiz Román.