Gastón Ramírez Cuevas.- En una de sus canciones Joan Manuel Serrat dice que: "De vez en cuando la vida nos regala un sueño tan escurridizo que hay que andarlo de puntillas por no romper el hechizo."
Y así penetramos ayer en la Maestranza, hablando y vivendo todavía el milagro del toreo de Morante. Pero el aficionado era presa de una lógica zozobra, pues de esas ganaderías cuyo nombre termina en San Lorenzo, no se esperaba nada bueno.
Y así fue, se rompió el encanto y fuimos presa del aburrimiento y la desesperación. Bien lo dice Serrat al final de la canción aquella: "De vez en cuando la vida nos gasta una broma y nos despertamos sin saber qué pasa, chupando un palo sentados sobre una calabaza."
La moruchada lamentable tuvo un final algo menos triste, pues Daniel Luque cortó una oreja al octavo animalito que salió por toriles a base de quietud, arrojo y buen toreo. Pero, con faena apoteótica de Morante muy fresca en el recuerdo, la cosa supo a poco.
Sí, la diosa Fortuna se cobró con creces los tres o cuatro festejos buenos de los días anteriores, echándonos un balde de agua fría de realidad. Claro que para esto contó con la ayuda icondicional de los empresarios y el ganadero.