Andrés Amorós.- Salvo el último toro, en el que Luque confirma sus buenas maneras,la tarde ha sido un tostón. En esos casos, Díaz Cañabate solía recurrir al costumbrismo para amenizar su crónica: evocaba las sardinas asadas que había comido o la espalda dorada por el sol de una vecina de localidad…
Hoy, "el Caña" hubiera tenido que recurrir a todos sus recursos. Se sentiría zoólogo y clasificaría a los toros (el flojo, el huído, el rajado, el aculado en tablas…) dentro de una especie común, para cumplir el mandato evangélico: "Bienaventurados los mansos…" Anotaría el grito más común, en esta Feria, el resignado "¡Mátalo ya!" O soñaría la lidia que le hubiera dado a estos toros su amigo Domingo Ortega…
Al final, desesperado, "el Caña·" se iría por el Arenal a consolarse de los sinsabores de la existencia con las delicias del pescado frito y la manzanilla de Sanlúcar. Mientras llegan tiempos – y toros – mejores.