Andrés Amorós.- Muestra hoy otra vez Manzanares su estética mediterránea, su armonía, su colocación. Y sus estocadas. Pero siguen decepcionando los toros. Mientras vuelven dos a los corrales, intento pergeñar una broma cervantina:
«¡Vive Dios que me espanta esta mansada / y que diera euros yo por describilla! / Porque, ¿cuándo se vió en esta Sevilla / tanta res floja, mansa y descastada? /
Por Jesucristo vivo, cada entrada / vale casi un millón, y es gran mancilla / que los mansos imperen en Sevilla, /
catedral del toreo renombrada./
Apostaré que el buen aficionado / acude cada tarde a la Maestranza / con una irritación honda y creciente». /
Esto escuchó un taurino apasionado: / «Es cierto _–dijo con desesperanza– / lo que afirma la crítica valiente»./
Y luego, incontinente, / vistió con elegancia muy cuidada, / fue a la Feria, volvió… y no hubo nada».
Nacido en Sevilla en el barrio del Arenal, en la calle Pastor y Landero, frente a la Maestranza. Aficionado a los toros desde su infancia gracias al ejemplo paterno, un viejo amante de la fiesta que vio torear a Guerrita. Abonado de la Real Maestranza desde pequeño.