La corrida fue un crisol de toros y toreros. Fue también un buen ejemplo del toreo moderno que ha llegado a la Fiesta. Y fue una corrida tranquilizadora para quienes creen que la mejor defensa es observar las plazas llenas y el público satisfecho y alegre. Estas apreciaciones necesitan matizaciones. Cinco orejas y una Puerta del Príncipe como balance de resultados es una exageración desmedida. Entiendo a esos aficionados que no quieren que nos quedemos anclados en la justicia o injusticia de los trofeos, pero es preciso dejar claro por delante que el tinte triunfalista invadió al público y al palco. El presidente no fue capaz de poner sensatez en la corrida. Fue como un mal árbitro que pierde los papeles a las primeras de cambio. Ya la oreja del primero fue un exceso, pero más grave fueron las dos orejas del segundo para Talavante, porque según una ley no escrita, pero de siempre respetada, para cortar dos orejas en Sevilla la lidia debe ser completa, lo que incluye el toreo de capote, que en este caso del segundo de la tarde fue totalmente inexistente.

Estos apuntes tampoco deben ocultar que esta corrida moderna tuvo aspectos notables, como algunos pasajes de la faena de Talavante a ese gran segundo de nombre Dalia, o la meritoria y valiente labor de Daniel Luque con el bravo y complicado tercero.

Abrió plaza un toro encastado, vibrante, con mucho fondo, que superó en conjunto a su lidiador Sebastián Castella. El fulgurante comienzo con estatuarios y muletazos por bajo fue explosivo, lo mismo que la primera tanda dejando la muleta colocada para ligar en toreo circular continuado, algo que es muy feo pero que les encanta a los públicos modernos. La faena fue decreciendo porque en la única tanda con la izquierda todo fue confuso y el final fue algo embarullado. Unas manoseadas manoletinas y una estocada imperfecta dieron paso a la petición de una oreja sin relieve. El palco ponía el nivel muy bajo a las primeras de cambio.

El segundo fue un toro completo. Se dejó castigar como bravo en dos varas y embistió con calidad suprema. Es decir, toro sensacional para bordar el toreo. Talavante no toreo bien con el capote, o más bien no toreó. La pregunta es si Talavante estuvo a la altura de tan excelente oponente. Hubo mucho temple en las tandas por ambos pitones del comienzo de la faena, que derivó más adelante en un toreo acelerado en dos tandas finales, una por cada pitón. Eso y una estocada corta trasera, con la emoción de un revolcón, provocó la petición las dos para el extremeño. El toro era para torear muy bien. Talavante estuvo bien simplemente, pero por debajo del toro. Estaba claro que esa faena de Talavante fue superior a la de Castella y que equipararlas ambas con una oreja podría parecer injusto. Pero el palco se había excedido en la primera oreja y concedió las dos sin chistar. La tarde se había desmadrado por completo.

La faena de mayor mérito de la tarde la firmó Daniel Luque en el tercero, toro brusco y sin calidad, aunque bravo en dos puyazos, al que le puso los muslos de verdad en una labor de técnica insuperable, de valor frío y muletazos de valor incalculable. Logró meter en la canasta a un toro casi imposible. La estocada le permitió pasear un trofeo de verdad.

La corrida decayó en la segunda parte. Castella tropezó con un toro de poca calidad en cuarto lugar. Faena con toreo sin ajuste ni compromiso, más bien voluntariosa, pero sin resultados. Talavante completó su tarde de buena fortuna con un toro noble en quinto lugar, al que le cortó la oreja porque ya había cortado dos en el primero de su lote. Hubo templanza con un toro noble, pero todo careció de explosión de verdad.

Y acabó la tarde con un toro imposible. Luque lo intentó, pero tras dos tandas sin poder llevarlo y templarlo, lo mató.

Al final de la corrida, los semblantes de los asistentes eran de satisfacción de forma mayoritaria. Un conspicuo aficionado me dijo que lo importante era que la gente se había divertido. Y uno, en anclaje trasnochado, pensaba que lo importante era la pureza y la verdad; la seriedad y la calidad; la emoción de toreo bueno, la importancia que siempre tuvo una oreja en Sevilla. Todo se ha perdido, pero la gente estaba muy contenta.

Plaza de toros de Sevilla, 27 de septiembre de 2024. 1ª de San Miguel. Lleno. Seis toros de Victoriano del Río, correctos de presencia y juego variado. Encastado, el 1º; excelente por bravo y noble, el segundo (vuelta al ruedo); bravo pero difícil, el tercero, sin calidad, el cuarto, noble el quinto y malo sin clase, el sexto.
Sebastián Castella, de turquesa y oro. Estocada trasera y caída (una oreja). En el cuarto, estocada trasera (silencio).
Alejandro Talavante, de corinto y oro. Estocada corta caída (dos orejas). En el quinto, estocada (una oreja).
Daniel Luque, de blanco y azabache. Estocada (una oreja tras aviso). En el sexto, pinchazo y estocada (silencio).
Saludaron en banderillas José Chacón, Iván García, Javier Ambel y Manuel Izquierdo. Se guardó un minuto de silencio en memoria de Paco Camino y Pepe Luis Vázquez Silva. Talavante salió a hombros por la Puerta del Príncipe.