En la segunda de la Feria de Abril de Sevllla sólo Oliva Soto dio una vuelta al ruedo y pedió la oreja por el desacierto del puntillero. Desigual corrida de Montealto con dos toros mejores, primero y tercero. Voluntad en Nazaré y buena tarde de Silveti sin triunfo.
Plaza de toros de Sevilla. Media plaza. Seis toros de Montealto, de correcta presentación y de juego variado. Encastado el primero; noble el tercero. El resto, apagados, flojos y descastados. Viento durante el festejo. Destacó el picador José Antonio Carbonell.
Oliva Soto, de azul marino y oro, vuelta al ruedo y silencio.
Antonio Nazaré, de blanco y oro, silencio tras aviso y silencio.
Diego Silveti, de nazareno y oro, saludos tras aviso y silencio.
Carlos Crivell.- Sevilla
El camero Oliva Soto dio la única vuelta del festejo. Lo hizo después de una labor vibrante que fue reconocida por el tendido. Mató de una estocada defectuosa y el toro se fue a los terrenos de sol a morirse. Se echó y el puntillero de Oliva necesitó más de diez cachetazos para atronar al animal, que incluso llegó a levantarse. A Oliva Soto le birló la posible oreja el fallo de su puntillero.
Se llama Juan Manuel Raya, también es de Camas, y debió pasar muy mal rato porque era consciente de que su error había perjudicado al torero. Nunca se podrá saber qué hubiera pasado si acierta a la primera. Si dio la vuelta después del quinario de su banderillero, no es aventurado pensar que la oreja hubiera llegado a sus manos.
Este detalle tiene dos lecturas. De un lado, que los diestros no utilizan al puntillero de la plaza, Enrique Lebrija, para ese crucial momento. Dicen que es para ahorrarse un dinero. Si es así, caro le ha salido al de Camas.
El desacierto de Raya no es más que el reflejo de lo que sucedió en la corrida. Las cuadrillas estuvieron muy desafortunadas toda la tarde. Es verdad que el viento fue de nuevo un mal acompañante de los lidiadores; es cierto que la corrida tuvo mucho que torear; todo es verdad, pero la lidia se hizo premiosa y trapacera en casi todas las reses.
El festejo fue muy largo, o pareció muy largo en su primera parte, de forma que se consumió una hora en los dos primeros toros. Una amenaza de lluvia, el ir y venir de los toros de forma desesperante con tiempos muertos sin ritmo entre los distintos tercios, todo se sumó para que el festejo pesara más de la cuenta.
Y como remate los mismos toros de Montealto, que despertaron mucho interés en la primera parte, sobre todo el primero y el tercero, para ir bajando de ritmo en un conjunto con las fuerzas justas, la raza escasa y la duración mínima. Además de larga, la corrida cayó en un letargo de espera de algo que nunca llegó a ser realidad.
Oliva Soto no le cortó la oreja al primero por culpa del puntillero, se supone, pero si la corta hubiera sido de valor limitado. Oliva toreó acelerado en lo fundamental, más sobre la diestra que por la zurda, para lucirse en algunos adornos y en un soberano cambio de manos. Como tiene ese don de la pinturería, su labor caló en la plaza. El toro de Montealto se prestó con movilidad encastada. Luego vino el número del puntillero y la vuelta al ruedo.Con el cuarto pintaron bastos. Mal picado el animal, llegó al final parado y hundido. El esfuerzo del torero no tuvo recompensa.
El otro toro posible de la corrida fue el tercero, bien picado por Carbonell, que metió la cara con pastueña boyantía en los primeros compases de la faena de Diego Silveti. El mexicano bajó la mano con guapeza en tandas de bello trazo. Algunas ráfagas de viento y la pérdida de vivacidad del astado bajaron la intensidad de su labor, que ofreció pasajes de pases a ritmo muy lento de suprema armonía. Todo bajó al final, pero aún así se entregó en las bernardinas.
El resto de la corrida es un conjunto de escasa entidad. Antonio Nazaré se llevó el lote menos propicio. En su afán por justificarse, alargó las faenas hasta la desesperación. En el lado positivo, su disposición. En contra, que ahogó mucho las embestidas de sus dos enemigos. Derrochó valor siempre. Se marchó de vacío, pero aún tiene dos toros por delante en la Feria para relanzar su carrera.
Todo acabó con frío, viento y otra lidia desastrosa por parte de la cuadrilla de Diego Silveti. En algún momento se vivieron escenas de pánico general entre los encargados de lidiarlo. Pánico sin que el toro fuera un «pregonao».
Así las cosas, Silveti lo intentó con toques algo violentos que acabaron aún más con el viaje corto del animal. Al menos, cuando se cumplían dos horas y media de espectáculo, acertó a la primera con la espada y le puso el remate a una corrida excesivamente larga y de escaso contenido.
El titular se lo lleva el puntillero de Oliva Soto, pero también podía estar dedicado este artículo a la desesperante lentitud de la lidia que lleva a los festejos a una duración que no hay cristiano que lo aguante. Todo lo que exceda en dos horas en su duración se convierte en insoportable, salvo que la calidad sea excepcional. Los tiempos muertos en la lidia en esta plaza son eternos, a veces los palcos no ayudan para dotar de agilidad a los actos de la corrida.
Si además los toros son mansitos, corretean de aquí para allá y las cuadrillas son inexpertas, estamos contribuyendo a desanimar al que se acerca a las plazas.