Curro Díaz ha cortado la primera oreja de la Feria de Abril, y de la temporada, tras una faena con estética y una voltereta tremenda. La corrida de Pereda ha sido muy  desigual. Bien Abellán en el quinto y discreto César Girón.

Toros de Pereda y La Dehesilla (primero, segundo y cuarto), desiguales de presencia, primero, quinto y sexto más fuertes, y de juego muy variado. Mansos, primero, quinto y sexto; de gran nobleza, el segundo; manejable, el tercero, y noble y sosito el cuarto. Fue un lote muy variado con excesiva desigualdad en presencia y juego.

Curro Díaz: silencio (dos pinchazos y baja) y una oreja (pinchazo y estocada).

Miguel Abellán: vuelta al ruedo (estocada tendida y dos descabellos) y saludos (estocada).

César Girón: saludos (pinchazo y estocada) y silencio (pinchazo, media baja y tres descabellos).

Real Maestranza de Sevilla. Dos tercios de plaza. Destacó el picador Eugenio García en el sexto.

CARLOS CRIVELL / Sevilla

La lluvia no quiere perderse el comienzo de la Feria, menos ayer con la corrida de Pereda, que fue lo que en el argot se llama interesante, esa expresión tan manipulada e imprecisa. La corrida fue muy desigual, ya en presentación, ya en comportamiento. Fueron mansos los que estaban sacados de tipo; embistieron mejor los que estaban mejor rematados.

El segundo de la tarde fue un gran toro para el toreo de muleta. El cuarto fue un bendito por el lado derecho. Para el más joven, Girón, el mejor fue el tercero, un toro temperamental y berreón que tenía mucho que torear.

Se cortó la primera oreja del año en la Maestranza. La paseó Curro Díaz por una faena que pasó de la estética y la pinturería de las primeras tandas, a la épica después de sufrir una voltereta que le dejó conmocionado.

El de Linares toreó con gusto y poco ajuste a un astado muy noble por el lado derecho. Curro aprovechó estas arrancadas para lucir toreo bonito con el defecto de meter mucho el pico de la muleta para embarcar al de La Dehesilla. Cuando se echó la muleta a la izquierda, el toro lo prendió y cayó de cabeza. Quedó algo desorientado, parecía que tendría que irse a a la enfermería, pero se rehizo con rabia y pudo enjaretar muletazos con mucho coraje, ahora ya menos preciosistas, pero muy emotivos. No importó un pinchazo antes de una buena estocada, el público, siempre sensible en estos casos, pidió la oreja y la presidencia, generosa, no se hizo rogar.

Antes, Curro se tropezó con el clásico manso que huye de los engaños y que no tenía un pase brillante. Nada que hacer, salvo matarlo de mala manera. Fue lo que se llama un manso de solemnidad.

Miguel Abellán tuvo la suerte de encontrarse con el toro de la corrida, el segundo. Fue noble y repetidor. El toro que se sueña para la Maestranza; llevaba las orejas colgando. El madrileño se conformó con una labor bonita, pulcra, de matices elegantes y remates toreros, pero que estaba por debajo que lo se podía exigir. Sólo al final, con circulares cerca de las tablas y un cambio de mano en redondo muy hermoso, la plaza se entregó con entusiasmo. Un espadazo defectuoso y dos descabellos se llevaron el posible trofeo.

Donde estuvo bien de verdad fue en el manso quinto, toro de presencia exuberante, alto, aleonado, que fue un manso de tomo y lomo. Abellán se mostró muy torero y solvente, sin ninguna duda, para instrumentar muletazos de buen trazo que el de Pereda tomaba siempre a regañadientes sin entrega. Soberbio estuvo ahora el espada que recibió el reconocimiento de la afición, que había calibrado los problemas del astado. Pasa muchas veces. Se escapa el toro bueno y se brilla con el malo. A pesar de lo apuntado, Miguel Abellán justificó su paso por Sevilla en este ciclo abrileño.

Para César Girón, el nieto del excelente espada de Venezuela, fue una tarde amarga. Era el más necesitado de la terna. El tercero se dejó de forma intermitente. César Girón le bajó la mano y sacó pases de buen estilo dentro de una labor llena de altibajos. Le faltó templanza para llevar la embestida del burel. No le faltó valor para embraguetarse en fases de entrega encomiable.

El sexto fue el tercer manso del festejo. Aunque fue el único bien picado de toda la tarde, muy bien Eugenio García, el de Pereda no regaló una arrancada en condiciones. Demasiados problemas para un matador tan poco placeado. El animal no valía nada, siempre con la cara alta y carente de clase, pero a César le vino ancha la tarde.

La había tenido en el tercero y no la acabó de aprovechar. En este que cerró la lluviosa tarde, nuevamente faltó temple. Y también se vino abajo el ánimo y la quietud, algo que puede parecer normal cuando un matador tan nuevo hace el paseíllo en la Feria de Abril de Sevilla para jugarse parte de su futuro.