El cartel de ayer era de toreros modestos. Miguel Ángel Delgado toreó el año pasado cuatro corridas. Miguel Tendero, dieciséis. Ambos debutaban en la Maestranza como matadores de toros. Salvador Vega es más conocido, pero el año pasado sólo se vistió de luces diecisiete tardes. Esa circunstancia de ser toreros modestos es apreciada por el público sevillano con magnánima benevolencia. A las figuras les exige mucho más. La tarde transcurrió sin ningún momento relevante. Sin embargo, las ovaciones fueron continuas. Pero no por desconocimiento. En los tendidos maestrantes hay muy buenos aficionados, pero sus continuos aplausos de ánimo a los modestos diestros actuantes son pura generosidad.
¿Tiene lógica que a Miguel Tendero después de una faena vulgar, siete pinchazos y tres descabellos se le incite a salir al tercio a saludar? Pues así fue. A mí siempre me ha preocupado la ignorancia del público a la hora de juzgar la labor de cada diestro. Pero en el caso de la Maestranza no es ignorancia, la casi totalidad de los dos tercios cubiertos ayer del aforo era de abono. Es benevolencia con los que están empezando. Ayer estuve muy atento a las reacciones del público y ya suenan pocos olés. Más bien se expresa un muletazo decente con un ¡bieeen…!, que parece puede suponer para el neófito un grito de aprobación con el exclusivo objeto de darle ánimo. Por el contrario el olé, sale del corazón, por la emoción del arte de torear, sin ningún propósito laudatorio ni munífico.
No hubo quites en el primer tercio. Y no los habrá si seguimos con esta decadente suerte de varas. Mientras menos pica, más se le aplaude al picador. Ayer más de uno se fue de rositas. Esa novedad reglamentaria de que la presidencia ha de obedecer al matador sobre el momento en que debe cambiarse el tercio me parece nefasto para el futuro del arte de picar a caballo.
El encierro fue desigual de presentación y, lo que más me llamó la atención, desigual en cuanto a la edad de los toros. Entre el más joven y el mayor, había casi dos años de diferencia. En cuanto al comportamiento, se dejaron torear. En general, estuvieron por encima de los toreros. En otras manos hubieran lucido más. Salían abantos, pero luego en la muleta repetían con más o menos entrega.
Lo más destacado de Salvador Vega en su primero fueron los gritos que le daba para citarlo. En el cuarto, lo mejor, los lances de salida. La faena muy mecánica, carente de temple. El segundo fue un toro muy desigual y Miguel Angel Delgado, también. En el quinto, desgraciadamente, lo más relevante fue el revolcón que le dio. Miguel Tendero consiguió en el tercero algunos muletazos estimables. Muy pocos. En el sexto no se centró en ningún momento con el toro. En descargo de los diestros actuantes hay que reseñar que el que triunfó fue Eolo, aunque también es verdad que nunca se preocuparon de colocarse donde menos soplara, sino que se situaban en el platillo de la plaza como si hubiera una calma chicha. En fin, todavía queda mucha feria y no podemos tan pronto perder la esperanza.