Juan Manuel Albendea.- El título no se refiere expresamente al festejo de ayer en la Maestranza, aunque sin duda alguna participó de todas las deficiencias que, hodierno, con carácter casi general, singulariza a las corridas de toros. Todo lo que no sea la faena de muleta es adjetivo, y si seguimos por este camino los tres tercios de la lidia pueden quedar reducidos a uno. La suerte de varas, tan emocionante cuando se ejecuta bien, ha quedado reducida un mero trámite. Ayer, ningún toro recibió más de dos puyazos, que es el mínimo reglamentario. Perdón , no puyazos, sino encuentros con el caballo. Encuentro que puede llegar a no desgarrarle ni la piel. Las mayores ovaciones son para los picadores cuando no pican. Naturalmente los quites del primer tercio han desaparecido. Me parece que de los seis toros de ayer, solamente Abellán se digno obsequiarnos con un quite. La consecuencia de ello es que el toreo de capote acabará, si seguimos por este camino, desapareciendo. Mientras el picador sale y se coloca en su sitio, en lugar de aprovechar el mayor vigor inicial del toro y hacer algún quite, se le lleva a un burladero, como una estación de espera vaya a ser que se fatigue el animal antes de tiempo.

En cuanto al tercio de banderillas, cada vez son menos los matadores que alternan en banderillas. Los subalternos, con honrosas excepciones, se limitan a colocar sus pares al cuarteo o a la media vuelta y que, caigan las banderillas donde caigan es secundario. Es otro tercio que, con el tiempo, acabará extinguiéndose. De los dieciocho pares de banderillas que se pusieron ayer, solo nos queda uno para el recuerdo: el de Gimeno Mora en el tercero. ¿No es triste balance para una corrida de la feria de Sevilla en La Maestranza?.

Y pasamos al que parece ser el momento cumbre de la lidia: la faena de muleta. ¿Algunos de ustedes, de las seis faenas de ayer, recuerdan alguna que, en sus momentos de esplendor no fueran series y más series de derechazos, naturales y pases de pecho?. Quiero hacer memoria de una trinchera de Abellán y quizás un molinete de Curro Díaz. Y poco más. Lo demás los llamados pases regulares a todo pasto. Unas veces mejor y otras peor. Ayer hubo algunos muletazos destacados de esa guisa de Abellán y de Curro Díaz.

Naturalmente llega la hora de matar. Pero, antes hay que cambiar la espada ficticia por la de verdad. En su tiempo, la espada de madera solo se autorizaba por lesión de la muñeca. Pero ahora ya no. Dicen que es más cómodo. Y como escribió Corrochano “también es más cómodo no torear en el mes de mayo que es cuando los toros tienen más fuerza. También es más cómodo no torear en Madrid donde el toro pesa más, y la plaza pesa más y la opinión pesa más”. En fin lo de la espada de mentirijillas es ya un vicio difícil de corregir. Entre la monotonía y el continuo abrir y cerrar los paraguas por el intermitente calabobos la tarde no quedará para el recuerdo. Una vez más, una corrida mutilada.

Texto publicado en El Mundo el 19-4-09