Álvaro Pastor Torres.- Si no tenemos en cuenta las excentricidades que ponen de pie al respetable en los tendidos, ni las boutades continuas al arte del marqués de Marivalva, ni tampoco las orejas cortadas, hay que convenir que la mejor monta y hasta el más bello trasteo fue el de Fermín Bohórquez a su segundo, en especial cuatro banderillas –dos de ellas colocadas a vez- que quedaron en todo lo alto y en una perra chica. Todo sin aspavientos, yendo por derecho y dejándose llegar los pitones desmochados al estribo. Casi nadie le hizo caso; la sobriedad no vende. Pero en estos lares de la plaza sí se entiende –y mucho- de caballos y caballistas. Don Antonio, el de Archidona, que viene todos lo días desde su pueblo y sube a la grada ayudándose con dos bastones –eso es afición y lo demás son cuentos- se dedica al trato de estos animales; su hijo es campeón de doma y José Luis, además de prestigioso abogado es un consumado jinete.
¿Vale la pena ir siempre de convidado de piedra a estos duelos encubiertos entre Hermoso de Mendoza y Ventura? Sólo el joven Bohórquez y su entorno saben la respuesta. De Jerez vinieron el caballero y los no muy colaboradores toros murubeños y camini…to de Jerez volvió Bohórquez con una vuelta al ruedo en el esportón por culpa del mal manejo del rejón de muerte. Hermoso, en su línea de clasicismo y buen hacer hasta que uno de sus caballos recibió una cornada.
Diego Ventura tiene hoy, gracias a su tenacidad y a muchos esfuerzos, la mejor cuadra de caballos del escalafón: amplia, diversa, variopinta y bien domada. Si corremos un tupido velo por el exceso de celo con las espuelas y los bocados que le tira uno de sus caballos a los toros -¿qué habrán hecho los pobres animales para tener que soportar eso, además de las carreras y de la ferretería que llevan encima?-, hoy es el más espectacular y rentable de los rejoneadores. Y tiene una virtud que no muchos valoran: el conocimiento de los terrenos, que le permite llevarse a los mansos allí donde no quieren ir.
Las corridas de rejones se inician con una gran ovación -¿por qué hasta se levanta la gente si aún no han hecho nada ante el toro?- y suelen terminar de la misma guisa. Alegría pasajera para tiempos de crisis. Venga caballazos y venga música haya o no motivo; concierto garantizado de Tejera, y muchísimas mujeres guapas en la plaza, tantas casi como en la bulla del palio de Guadalupe por la calle Castelar. Pero hoy empieza lo serio con una corrida del conde de la Maza; ojú.
Foto: Antonio Pastor
Publicado en El Mundo el 20 de abril de 2009