Carlos Crivell.- Venía dispuesto a formar un lío muy grande después de todo un invierno rumiando esa tarde de clamor, que llegó en esta sexta del abono con una actuación sencillamente antológica, que tuvo su nota culminante en el saludo del capote al cuarto. Pasarán los años y se hablará de lo que hizo Morante a ese cuarto toro. El mejor Morante en estado de inspiración rompió todos los moldes, la plaza estalló de júbilo, la banda atronó el pasodoble y la gente se miraba incrédula para encontrar la confirmación del vecino sobre lo que se había presenciado.
Ese cuarto, de nombre Bodeguero, cinqueño y capa negra, era un toro agradable, dentro de una corrida desigual y de justo trapío de Domingo Hernández. Morante lo esperó junto a las tablas para lancear de forma primorosa con largas de la mejor concepción gallista. Hasta seis veces ligó los lances y remató con un recorte torerísimo.
Fue un prodigio de inspiración, lejos de los cánones rutinarios, en una demostración de la genialidad de un torero. Fue un golpe de temple en cada lance, llevando al toro muy toreado, que como imantado volvía para que el genio ligara otra larga.
Fue un compendio de la mejor enciclopedia torera que pisa los ruedos, capaz de levantar a la plaza con un lance que se alejaba de la habitual verónica. Fue la demostración de que existen suertes en desuso que pueden enloquecer a los aficionados cuando se realizan con la capacidad y clarividencia de Morante. Fue un homenaje a los Gallo, posiblemente a Rafael, el diestro más genial que ha pisado los ruedos.
En esas seis largas y su remate, ahora abelmontado, alcanzó la corrida del arte su momento de mayor intensidad. Hubo muchas cosas buenas en la corrida, pero el saludo capotero que pasa a la historia fue el comienzo y el fin de la corrida.
Morante siguió con su lección de tauromaquia con los cuatro ayudados a media altura con los que abrió la faena. y en un alarde de inteligencia suprema, sabedor de la condición de mansito del toro salmantino, se lo llevó a los terrenos de sol. La faena no fue perfecta, la primera tanda de derechazos fue soberbia; en la segunda, el animal se aburrió en una tanda de ocho derechazos. El toreo con la izquierda fue más trabajado y hubo algunos altibajos. De vueltas a la derecha, otra tanda tuvo un sabor torero inenarrable. Y un desplante con el astado ya cerca de las tablas. Se tiró a matarlo de verdad, se atracó de toro y enterró la espada algo caída. Fue suficiente. El capote merecía una oreja, la faena, otra. Morante, sonriente, feliz, recompensado, creó arte de su gran sufrimiento, porque para torear así hay que llevar mucha carga emocional encima.
Antes, en el que abrió plaza, también estuvo muy bien. Alguna verónica suelta llevó su sello y se gustó en un galleo por chicuelinas. En el quinte dibujó tres verónicas excelsas, momento en el que el toro sufrió una costalada. Se hizo presente Juan Ortega con unos delantales primorosos. El toro, además del volantín, recibió mil capotazos. Lo sacó a media altura, se estiró con derechazos perfectos, pero el toro tenía la embestida entrecortada. Una tanda de naturales citando de frente fue un homenaje a la casa Vázquez. En un desplante le cogió al toro el pitón, todo ello en el centro del ruedo. Luego llegaría el suceso del cuarto. Morante en su mejor momento. Nadie sabe lo que puede ocurrir en las dos que tiene por delante en esta feria.
Juan Ortega toreó de forma soberbia a la verónica en sus dos toros. Meció el lance en el segundo de la tarde y de nuevo se recreó en la verónica en el quinto. Esos lances del segundo de su lote fueron acompañados por la banda de Tejera, que tocó dos veces a los espadas con el capote. Algo para la historia. En este quinto, el trianero explicó su versión de la chicuelina, replicado por Pablo Aguado con un estilo más reposado y sereno. Dos delicias toreras.
El segundo cogió a Jorge Fuentes durante la lidia. No fue un buen toro. Se frenó mucho y buscó al torero, que lo intentó sin lograr nada positivo. Con el quinto, que también sufrió una costalada, anduvo nuevamente tratando de meter en la muleta a un astado que se le quedó por debajo y no se salía de los trastos. Mató con prontitud a sus dos toros.
La corrida de Domingo Hernández, además de justa de presentación, fue muy descastada, mansa y de poco juego. Ese toro cuarto fue, como se dice en el argot, un invento de Morante. Pablo Aguado tropezó con un tercero cinqueño de feas hechuras, un caballo con muchos cuernos, que no se paró en ningún momento. Una nulidad de toro. Aguado estuvo muy por encima de sus condiciones en una faena de detalles de clase, como algunos trincherazos o un kikirikí enorme. Y el sexto, otro animal sin clase ni bravura.
No pienso que la corrida se planteara como una rivalidad entre la terna. Morante está por encima de todo. Pero si alguien la mencionó, Morante acabó con todo. Es el Dios del toreo, el genio más grande que se viste de luces. O mejor dicho, es un torero casi divino.
Plaza de toros de Sevilla, 1 de mayo de 2025. Sexta del abono. No hay billetes. Seos toros de Domingo Hernández, muy justos de presentación, desiguales, de mal juego en general por mansos, descastados y sin clase.
Morante de la Puebla, de verde y oro. Dos pinchazos y tres descabellos (saludos tras aviso). En el cuarto, estocada (dos orejas).
Juan Ortega, de celeste y plata. Estocada (saludos). En el quinto, estocada caída (palmas).
Pablo Aguado, de azul marino y oro. Tres pinchazos y estocada corta (saludos). En el sexto, pinchazo y estocada corta (silencio).
Jorge Fuentes fue atendido de escoriación en cara interna gemelo izquierdo. Tumoración en gemelo izquierdo con clara asimetría respecto al lado contralateral que impresiona como hematoma de aparición brusca. Buena movilidad del miembro. No frialdad. Con pulsos conservados. Recomendamos reposo, analgesia, frío local y ecografía para valoración de daños. Revisión por su traumatólogo correspondiente. Pronóstico: leve. Saludó en el sexto Iván García. Picó bien Aurelio Cruz.