Juan Manuel Albendea.- No vayan ustedes a creer que cuando hablo de crisis de la cabaña de bravo la comparo con la financiera, la del empleo, la del déficit público, etc. No, ni mucho menos. Pero sí es preciso constatar que para el futuro de la fiesta, es una crisis muy peligrosa. Llevamos nueve festejos del abono sevillano. ¿Algún lector se atrevería a proponer no ya la corrida triunfadora de la feria, pero ni siquiera el toro más bravo? Hoy esos premios quedarían desiertos. El encierro que mandó el diestro César Rincón estaba razonablemente bien presentado. Pero embestir, lo que se dice embestir, ni uno. El esfuerzo que, en lo que llevamos de feria, han tenido que hacer los toreros ha sido ciclópeo.
Ayer también fue así, aunque con resultados muy diversos. La faena de Manzanares a su primero, fue, a mi juicio, hasta ahora, lo mejor que hemos visto. Y no porque el toro que atendía por Obstinado, tuviera la menor obstinación en la embestida. Había que sacarle los pases con sacacorchos, pero pudo ligarlos maravillosamente, tanto con la derecha como con la zurda, gracias a una perfecta colocación y un sentido de la medida de cada muletazo verdaderamente admirables. Con lo joven que es el alicantino parece un maestro consumado. La espada pinchó arriba, y ocurrió algo que no he visto nunca. Lo lógico es que el estoque tras el pinchazo hubiera caído al ruedo, pero no fue así. Como si el toro tuviera un motor dentro que tirara del estoque, éste acabó enterrado hasta los gavilanes. En ese toro, además, hubimos de admirar un par de Juan José Trujillo, aunque los pares de banderillas de la tarde corrieron a cargo de Curro Robles en el sexto, hasta el punto que merecieron los honores de la música.
Enrique Ponce también estuvo por encima de sus toros. Pero, aun siendo así, no creo que nos acordemos mañana de las faenas del valenciano. Su primero salía suelto, no transmitía ninguna emoción y poco a poco se fue apagando. El cuarto tiraba la cara arriba y creo que el diestro consiguió algunos muletazos templados, sin mucho ajuste, hasta el punto que parte del público acabó protestándole el abuso de torear con el pico. Por ese motivo su trabajo fue acogido con división de opiniones.
Daniel Luque que debutaba, tras la suspensión por lluvia de una corrida del año pasado, también estuvo muy voluntarioso. Su primero salía suelto reiteradamente, perdía las manos, se aplomó y deseaba huir. El sexto que calamocheaba y escarbaba de manera ostentosa era difícil hacerle faena. Sin embargo al final se vino un poco arriba y permitió a Luque algunos muletazos estimables. Pero, eso fue todo y ojala me equivoque y a partir de esta tarde pueda decir que lo de la crisis era un invento sin fundamento.
Publicado en El Mundo el 25 de abril de 2009
Foto: Álvaro Pastor