Manolo Grosso.- Si hay un espectáculo donde la perspectiva subjetiva predomina sobre lo puramente objetivo, son los toros. Ayer una vez más me sentí atraído por esa capacidad innata que tiene Manzanares para meterse dentro de la faena. Es como si el publico no existiese, solo toro y torero. Extraña manera de conectar con el público, que desde el primer momento vive sus faenas con una profundidad especial, aun cuando estas no la posean estrictu sensu. Manzanares no es solo un artista de exquisito gusto, sino que además posee una cabeza privilegiada para analizar el comportamiento de los animales. Su primera faena de ayer fue mas un esbozo de estudio de una tauromaquia personalísima a desarrollar, que una faena en si misma. Pero a pesar de ello tenia a toda la plaza pendiente de sus gestos y de cómo iba construyendo una lidia basada en unos cánones muy estrictos y sumamente medida.

En su segundo las cosas no marcharon de la misma manera, y aunque su intensidad personal estuvo también presente, aquí careció del interés taurino de su primera faena. Manzanares en definitiva me gusto más por lo que de él emanaba, que por lo que en realidad hizo, que no fue poco. Enrique Ponce estuvo como siempre fácil en su primero y desgraciadamente no pudo hacerse con su segundo a pesar de su incuestionable sapiencia. Ponce esta ya de vuelta de muchas cosas, afortunadamente para él y ayer sin pisar el acelerador estuvo digno y dejando el sello de una figura del toreo, pero la poca de fuerza de su primero y la incomoda embestida de su segundo, que en otro tiempo hubiese dominado a pesar de su complicación, no le permitieron el lucimiento

Daniel Luque quiso toda la tarde pero, quizás por nerviosismo o por su bisoñez, no acabo de alcanzar el triunfo esperado. A punto estuvo de conseguirlo en el último toro, que fue el único con fondo de toda la corrida pero el confiar tanto en su estocada le hizo recibir dos avisos, lo que acabó con cualquier posibilidad de conseguir algún trofeo.Su primero era literalmente inviable. Por cierto mención especial a los dos magníficos pares de Curro Robles, con música incluida, que refrenda una vez más, que en una plaza de toros, todos son toreros de lujo cuando se hacen las cosas bien. El Torreón defraudo, por sus escasas fuerzas, pero no así por su presentación y por el fondo de nobleza que todos mostraron en su lidia. Al final me quedo con la intensa belleza de la concepción taurina de José Mª Manzanares, que ya es algo. 

Publicado en El Mundo el 25 de abril de 2009