Carlos Crivell.- Un fenomenal espectáculo de dos novilleros con raza y toreo ante una novillada enorme de Fuente Ymbro. Se fueron a hombros los dos, Borja Jiménez y José Garrido, con el ganadero, Ricardo Gallardo, en una imagen que devuelve la alegría y la esperanza a la Maestranza en un año de desencantos.
Plaza de toros de Sevilla. Novillada de abono. 1 de junio de 2014. Media plaza. Seis novillos de Fuente Ymbro, bien presentados, bravos y encastados en diverso grado. Flojo el 1ª; bravos segundo y sexto. Encastados tercero, cuarto y quinto. Saludaron en banderillas Fini, Antonio Chacón y José María Amores. Al final del festejo, los novilleros Borja Jiménez y José Garrido salieron por la Puerta del Príncipe junto al ganadero Ricardo Gallardo.
Fernando Beltrán, de azul marino y oro, estocada tendida (silencio). En el cuarto, estocada (palmas).
Borja Jiménez, de lila y oro, estocada delantera (dos orejas). En el quinto, estocada (una oreja).
José Garrido, de grana y oro, estocada caída (una oreja). En el sexto, estocada (dos orejas).
Colosal espectáculo en la Maestranza de los que justifican una Fiesta y una afición. Un festejo que reivindica el toreo y en un marco que necesitaba triunfos de esta altura. Un gozo para los aficionados que han vivido el año entre sobresaltos. Dos novilleros, por la Puerta del Príncipe; una novillada de Fuente Ymbro de calidad excepcional. Borja Jiménez y José Garrido han escrito una página de oro. Hay futuro, hay semillas nuevas para la esperanza. Y hay ganado en el campo bravo, piedra de toque fundamental para que el toreo alcance su mayor grandeza.
El último precedente de una tarde triunfal se remonta a 1970. En esa ocasión, en corrida de toros, los tres matadores salieron a hombros por la Puerta del Príncipe. Fueron Limeño, Palomo Linares y El Hencho con la corrida de Miura que cerró la Feria del 19 de abril.
Ricardo Gallardo soltó una novillada sensacional. Se llevó los máximos honores el segundo, para el que se pidió la vuelta al ruedo, pero no deben quedarse atrás el quinto, encastado, y el sexto, con un pitón derecho de ensueño. La prontitud, la fijeza, la duración, todo fueron virtudes que atesoraron los utreros. No todos fueron iguales, el primero acusó pocas fuerzas. Alguno se apagó antes de lo previsto. Poca cosa.
Para que una novillada llegue a tan buena nota debe haber lidiadores capacitados. Los hubo, sobre todo por la actitud y capacidad de los dos triunfadores. A Fernando Beltrán, debutante valenciano, le cayeron en suerte los dos de menos posibilidades.
La tarde de Borja Jiménez fue de ensueño. El debut ideal para un chaval tan nuevo, pero que dejó muy claras sus intenciones desde que se fue a portagayola con el segundo. El novillo fue bravo de verdad. Y tenía un pitón izquierdo inmenso. Borja Jiménez comenzó con pases por la espalda, templó con gusto por la derecha, para acabar bordando el toreo por la izquierda. El final fue apoteósico con las trincherillas y uno del desprecio que nos recordó a un paisano suyo, también de Espartinas, en el día de su eclosión en 1985. Las manoletinas finales fueron la guinda. La plaza era un clamor porque Borja además de torear muy bien había transmitido su energía y alegría torera al tendido. Las dos orejas cayeron tras una estocada algo delantera pero fulminante.
Completó su tarde en el quinto. Se fue a portagayola para reafirmar su entrega. Brindó a su hermano Javier. Con un novillo enrazado, fue esta vez un torero inteligente para darle sitio entre pases y templar hasta el infinito. Comenzó de rodillas, ya enhiesto volvió a mandar y templar sobre la derecha en una labor de garra y entrega. De nuevo se fue tras la espada con furia. La Puerta del Príncipe estaba abierta.
Pero la tarde tenía otro protagonista. De José Garrido ya se sabía, porque el toreo tiene sus mensajes que circulan de boca en boca, que es un torero hecho y derecho. Lo puso de manifiesto en las chicuelinas del quite al segundo. Su capote fue una delicia toda la tarde. Bordó la verónica con un acento personal al cargar la suerte. En un quite al sexto, la banda de Tejera se lanzó a tocar ante la excelsitud de los lances. Qué manera de bajar los brazos, parar el tiempo y mecer la bamba del percal. ¿Dónde ha aprendido este chaval a torear de esta forma? Con ese sello se nace. El galleo por chicuelinas para llevar el toro al caballo fue una delicia para los sentidos y un compendio de torería.
Sus dos faenas tuvieron como denominador común la seguridad de un torero con el oficio bien aprendido, el valor sin descomponerse y el buen gusto. Toreó largo y templado al tercero, muy encastado, con los toques justos y algunos pases de pecho de duración extraordinaria. Todo lo mejoró con el sexto, sobre todo en dos tandas enormes con la derecha, la mano muy baja y el cuerpo encajado, en los que Sevilla vibró entusiasmada ante una demostración de capacidad y de calidad. Faltó mejor acoplamiento por el pitón izquierdo, un detalle que puede poner en tela de juicio la segunda oreja. Se tiró a matar o a morir en ambos. Tres orejas como premio a una tarde competa la de este extremeño, otro más, que sale disparado de la Real Maestranza
Fernando Beltrán no desentonó. El primero tenía pocas fuerzas y el chaval anduvo buscando las vueltas para meterlo en la muleta. Con el cuarto se dejó ver como un novillero estilista, de buen gusto, que dejó algunos muletazos sueltos estimables.
Final de tronío con dos novilleros a hombros por la Puerta del Príncipe. Ni los más viejos del lugar recuerdan nada parecido, aunque en los años setenta era algo más frecuente. La Puerta del Príncipe no estaba regulada entonces, se podía salir con dos orejas en algunas ocasiones. La Fiesta fue grande en Sevilla. Salieron novillos bravos y hubo dos novilleros en estado de gracia.