Gran triunfo de Daniel Luque que cortó dos orejas de un buen toro de Alcurrucén. Rozó la del Príncipe con los dedos. Ferrera cortó una de un lote muy bueno. Talavante, discreto.

Seis toros de Alcurrucén, bien presentados y de buen juego en general, aunque variados. Encastado, el primero; excelentes, por nobles, tercero y cuarto. Más sosos, segundo y quinto. El peor fue el manso y deslucido sexto.

Antonio Ferrera, dos pinchazos, media y atravesada (saludos tras aviso) y estocada caída (una oreja). Alejandro Talavante, estocada contraria y descabello (saludos) y pinchazo, atravesada que asoma y nueve descabellos (silencio tras aviso). Daniel Luque, estocada (dos orejas) y estocada atravesada y dos descabellos (saludos).
La Maestranza, 2ª de San Miguel. Tres cuartos de plaza. Saludaron Raúl Caricol y Curro Robles.

Carlos Crivell.-  Sevilla

Daniel Luque tocó con la punta de sus dedos la gloria de la Puerta del Príncipe. Sevilla quería verlo coronado pero la fortuna se volvió esquiva en el sexto y no fue posible. El tiempo debe darle esa oportunidad que ayer se esfumó, porque si persiste en su valor, torería y arrojo, el torero de Gerena se presume como un torero muy de Sevilla y capacitado para dar grandes tardes de toros en el coso del Baratillo.

El conjunto de su labor con el tercero fue sencillamente apoteósica. De salida, Luque ligó siete verónicas cargando la suerte y ganando terreno para rematar con dos media en el centro. El clamor se mezcló con el asombro, porque el aficionado no está acostumbrado a este tipo de toreo. Quitó por delantales y brindó a la plaza.
Su faena fue una mezcla perfecta de arte, valor y emoción. Hubo arte en los naturales y derechazos, ligados, limpios, rematados con los de pecho o las trincherillas en una sinfonía de toreo grande.

El valor presidió toda su labor, por la forma de asentar las zapatillas, por cómo dejó colocada la muleta para ligar los pases y porque no se enmendó ni cuando el toro, bueno pero no un borrego, dudó en las arrancadas.

Y la emoción de la verdad eterna cuando realizó el toreo fundamental, aunque la explosión final, con los pases encadenados cambiando de mano la muleta, encendió al tendido. Remató de una estocada y dos orejas llegaron a su esportón para saludar la coronación en Sevilla de un torero que dará muchas tardes de gloria. Nadie se sorprendió. Luque lo había anunciado y se cumplió lo que todos sabían: aquí hay torero.

La coronación definitiva debía llegar en el sexto. El destino no estuvo de su parte. De una buena corrida de Alcurrucén, bien presentada y encastada, salió un toro manso y de mal estilo. El tendido quería que Daniel culminara su tarde con la Puerta del Príncipe. Por ello, cuando el manso correteaba huyendo de todos los toreros, una parte de la plaza pedía de forma sonora la devolución del animal a los corrales. No había motivos para ello y la presidencia, de forma acertada, lo mantuvo en el ruedo.
Fue un toro imposible, de tarascadas al cielo, de lo que se dan la vuelta al revés, de los que se matan a las primeras de cambio. Luque se puso, lo provocó, lo enceló y sacó pases de donde no había nada. Pero también hubo desarmes y ni un solo pase limpio por la izquierda. Para colmo, dos descabellos pusieron la sordina final y no pudo haber trofeo, aunque algunos de forma exagerada lo pidieran. No pudo ser, pero ahí queda su entereza y su valor, el arte que derrochó y la emoción de un chaval que pisa firme como figura de toreo.

De la buena corrida de los hermanos Lozano, Antonio Ferrera se llevó dos buenos toros. El primero, muy encastado. El cuarto, muy noble y codicioso. Ferrera estuvo animoso con su oponente. Lanceó garboso y movido, puso tres pares poderosos, entre ellos uno muy brillante al quiebro, pero no se acopló con la muleta, sobre todo por el pitón izquierdo, que era muy claro. Fue una faena larga con muchas intermitencias y hasta algún desarme.

El cuarto fue bueno. Ferrera puso sus banderillas y realizó una faena en el tercio a un toro bravo. El animal se la quería comer y Ferrera le dio muchos pases sin la debida distancia. Aún así, el astado fue tan bueno que el extremeño salvó la papeleta y se encontró con una oreja que seguro que hará muy feliz.

Talavante tuvo el lote menos bueno del conjunto de Alcurrucén. Eso es cierto, pero también lo es que anduvo como sus toros, es decir, sosito y aburridos.
Al segundo le dio algunos pases buenos entre muchos vulgares, sobre todo porque el enganchón primó siempre. Con el quinto, toro de menos clase y muy apagado, Talavante estuvo porfión con un animal parado. No tuvo suerte, pero tampoco pisó el acelerador en esta tarde crucial.

Foto: Álvaro Pastor