El Manriqueño cortó la única oreja en la final del ciclo de novilladas sin picadores celebrado en Sevilla. Quedó como triunfador, seguido por Amor Rodríguez, Llaguno y en cuarto lugar el invitado Jesús Bayort.
Plaza de toros de Sevilla. 25 de julio de 2013. Novillada final del ciclo de promoción. Tres cuartos de plaza. Ocho erales de Juan Pedro Domecq, correctos de presencia y de juego variado. Los mejores fueron primero, segundo y octavo. Saludó en banderillas Viruta. Se guardó un minuto de silencio por las víctimas el accidente ferroviario de Santiago.
El Manriqueño, nazareno y oro, una oreja y saludos tras aviso.
Jesús Bayort, rioja y oro, silencio tras aviso y saludos.
Amor Rodríguez, celeste y oro, silencio y vuelta al ruedo.
Juan Pablo Llaguno, tabaco y oro, saludos tras aviso y vuelta al ruedo.
Carlos Crivell.- Sevilla
La final fue como el mismo ciclo de este año: larga y plúmbea. Fue larga porque eso de ocho reses ya no se lleva, más cuando hay poco contenido sobre el ruedo y con la natural falta de pericia de los jóvenes novilleros. Esta novillada final se alargó hasta la una de la madrugada. Mucha gente se fue marchando de la plaza conforme avanzaba el espectáculo, sobre todo los que ya habían presenciado la actuación de su novillero preferido. La hora de comienzo debió adelantarse a las nueve de la noche.
Fue plúmbea porque los novilleros no dieron la talla, al menos la que cabía esperar de unos finalistas. Todo ello con un lote de erales de Juan Pedro Domecq en el que hubo de todo, pero con tres de nota: primero, segundo y octavo. Por el contrario, tercero y quinto fueron malos sin excusas.
De la noche cabe destacar la faena de El Manriqueño al primero, la buena impresión general que produjo el estilo asolerado de Llaguno y el buen concepto de Amor Rodríguez, pero todo con reservas.
Juan Solís El Manriqueño aprovechó al primero para hacer una faena muy completa de mejor trazo al natural, que es su mano fuerte. Todo muy ligado y con muy buenos pases de pecho. Los ayudados finales fueron de gran clase. La estocada le puso en sus manos la única oreja de la noche.
El quinto fue más exigente. La faena fue de una enorme voluntad embarullada. El animal cabeceó siempre y le enganchó la franela al de Villamanrique en muchos muletazos. En alguna ocasión logró pases limpios y en otras todo resultó espeso y sin limpieza. A esas horas, cuando cesó la música, saltaron cantaores espontáneos desde el tendido en una situación completamente ridícula e impropia de la Maestranza.
El madrileño Amor Rodríguez sorteó como tercero un novillo incómodo que le tropezó siempre los engaños. Con el séptimo, cuando su labor derivaba hacia la nada llegó una voltereta que fue como un acicate para que este Amor buscara sus cualidades de poderío y temple, hasta el punto de lograr tandas por la izquierda de perfecto trazo. Fue una buena lección de cómo entender a un novillo al que exprimió en la distancia justa en una faena meritoria. La estocada ya valía una oreja. Como Amor no tenía fans en el tendido no se pidió la oreja con fuerza, un detalle que habla del contenido asistencial de estas novilladas, pero lo más grave es que el palco no le concediera una oreja que hubiera sido de justicia.
Muy buena impresión de nuevo del mexicano Juan Pablo Llaguno, que hunde su estilo torero en la escuela sevillana, de forma que sus hechuras y movimientos nos traen los recuerdos de otros diestros del glorioso pasado del torero según Sevilla. Es verdad que toreó siempre muy al hilo del pitón, pero su reposo, buen gusto, templanza y finas maneras fueron muy llamativas. Especialmente bellos fueron sus remates, ya trincherillas, de la firma o kikirikis.
Jesús Bayort, invitado por la empresa a lidiar dos erales en la final, volvió a estar bullidor y animoso, aunque en esta ocasión menos acertado. Con el defecto de gritar mucho mientras torea, el pelirrojo novillero puso sobre el ruedo su indudable voluntad.
El jurado proclamó como triunfador a El Manriqueño; segundo, Amor Rodríguez; tercero, Juan Pablo Llaguno, mientras que Jesús Bayort quedó en cuarto lugar.