Carlos Crivell.– Lama de Góngora se encerró con seis escogidos novillos y no estuvo ni mal ni bien, es decir, que los mató, ofreció algunos buenos detalles sueltos y dejó muchas dudas de cara al futuro.
Plaza de toros de Sevilla, 12 de octubre de 2014. Corrida del día de la Hispanidad a beneficio de la Cruz Roja. Menos de media plaza. Por orden de salida, novillos de El Parralejo, Fuente Ymbro, Javier Molina, El Pilar y dos de Luis Algarra, el 5º lidiado como sobrero por uno de Daniel Ruiz que se partió un pitón. Bien presentados –el de Daniel Ruiz no lidiado no tenía pitones- y de juego desigual. Manso el El Parralejo; mansito pero encastado y bueno en la muleta, el de Fuente Ymbro; deslucidos los de Javier Molina y El Pilar, manejable en manso el quinto de Algarra y muy bueno el sexto del mismo hierro.
Lama de Góngora, de celeste y oro, estocada (saludos). En el segundo, pinchazo y estacada caída (vuelta al ruedo). En el tercero, pinchazo (silencio). El en cuarto, tres pinchazos (silencio). En el quinto, estocada (una oreja). En el sexto, pinchazo y estocada (una oreja).
Lama de Góngora, novillero sevillano que un día sorprendió a la plaza con un toreo preñado de la alegría y la pinturería de la tierra, ha ganado en técnica y ha olvidado aquellos principios que cautivaron a sus paisanos. Ahora es un torero que da pases de forma algo mecánica, pero que apenas deja entrever el empaque y la prestancia del pasado. Debe ser el camino natural de quien aprende el oficio. En una tarde en la que lidió en solitario seis toros, este predominio del oficio sobre la naturalidad logró que el sevillano apareciera tan solvente como poco apasionante. Se enfrentó a la dura prueba de matar seis en solitario, cortó dos orejas generosas, dejó algunos detalles buenos y también sembró de dudas su futuro.
No respondió en la medida esperada el público. Los que estaban en los tendidos apoyaron de forma sonora al diestro sevillano. En realidad, todos empujaron algo para que los logros fueran mejores. El público lo hizo con palmas ante casi todo y la banda también se sumó a la fiesta. Al final del paseíllo salió a saludar una ovación cariñosa. Estuvo bien arropado por los presentes.
A Lama le pesaron los nervios, que fueron en aumento conforme la novillada se acercaba a su final. De los enemigos a los que se enfrentó, todos bien presentados, el de Fuente Ymbro y los dos de Algarra fueron buenos colaboradores. El manso de El Parralejo no se entregó; los de Molina y El Pilar fueron deslucidos. No se lidió el de Daniel Ruiz, un novillo de pitones lamentables y altamente sospechosos. El animal se partió el izquierdo en un derrote. Menos mal que así ocurrió, ya porque el sobrero de Algarra se dejó torear, ya porque nos libramos de presenciar la lidia completa de un novillo impresentable en sus defensas.
Lama apenas pudo lucirse a la verónica. Se fue a portagayola en el primero, quinto y sexto, lo que resolvió con suficiencia. Al quinto, después de la primera portagayola, aún le dio cuatro más en distintos terrenos de la plaza. Entre los pocos quites que pudo rematar, uno por verónicas y otro por chicuelinas. El bagaje con el capote, salvando las largas, fue escaso.
Con la muleta sus mejores momentos llegaron en los novillos segundo, quinto y sexto. El de Fuente Ymbro, encastado y repetidor, le permitió lucirse en tres tandas con la derecha de buen corte. Alargó su labor de forma absurda y la faena perdió intensidad.
Al sobrero de Algarra que salió en quinto lugar, brindado a los areneros, lo toreó en toriles con decisión, a veces con toque muy fuertes, pero siempre por el pitón derecho y con más velocidad de la cuenta. No fue su mejor tarde al natural. Los doblones del inicio doblegaron a un astado de condición todavía incierta.
El novillo sexto de Algarra tenía quince pases de calidad. Los que instrumentó el espada sevillano fueron variados. Algunos fueron buenos y otros más acelerados. A esas alturas se palpaba que los nervios lo tenían ya atenazado. De nuevo alargó su labor y llegaron enganchones de poca vistosidad. La derecha fue la mano dominante. Los muletazos de la primera parte de la faena, con el animal encelado y muy tapado, fueron lo más brillante de la corrida, así como algunos de pecho.
Con la espada estuvo muy desigual. Las estocadas al primero y quinto, así como la del sexto en segunda entrada, salvaron su honor estoqueador. En los demás anduvo desacertado.
Cierre del año sevillano, nefasto año, con una novillada en la que Lama dejó tanto detalles buenos como dudas en el ambiente. Dos orejas a favor del cariño de sus seguidores y la sensación de que aquel novillero fresco y pinturero del comienzo se ha reconvertido en un torero que da muchos pases, algunos buenos y otros menos buenos.