Novillada en el día del Corpus en Sevilla con reses de Montealto, con poca casta y minimas fuerzas, y tres novilleros con buenas maneras y que se quedaron a medio gas. Cerro destacó, aunque dio una vuelta por su cuenta

Plaza de toros de Sevilla. Novillada de abono. Media plaza. Seis novillos de Montealto, correctos de presentación, flojos, descastados y de pobre juego. El primero fue un sobrero del mismo hierro. El mejor, el sexto.
Sergio Flores, lila y oro, dos pinchazos y estocada (palmas tras aviso). En el cuarto, pinchazo y estocada corta (silencio).
Rafael Cerro, celeste y oro, estocada (saludos). En el quinto, dos pinchazos y dos descabellos (vuelta por su cuenta tras aviso).
Juan Ortega, marfil y azabache, estocada (saludos). En el sexto, media perpendicular (silencio).

Carlos Crivell.- Sevilla

Se programó una novillada en el día del Corpus. La afición más añeja recuerda carteles de tronío en esta fecha. Es decir, es un dato más que nos recuerda que, en algunas ocasiones, cualquier tiempo pasado fue mejor. Para colmo, la novillada con el hierro de Montealto no respondió a lo esperado. Tenían las hechuras para ser buenos, pero carecieron de raza y fuerzas. Así las cosas, con un palco premioso como aliado, la novillada fue de largo metraje y de pasajes de aburrimiento soberano.
El mexicano Sergio Flores, con alternativa anunciada, mató al sobrero que salió en primer lugar entre rachas de viento. El novillo cabeceó en exceso y Flores no arregló ninguno de sus problemas. Fue cogido en la tercera entrada al matar, por fortuna sin consecuencias.

El cuarto fue tan bonito como soso y reservón. Flores exhibió oficio sin poder sacar nada en claro, aunque algunos muletazos con la diestra tuvieron enjundia.
El extremeño Rafael Cerro fue un modelo de entrega toda la tarde. Toreó de rodillas y de pie, hizo quites diversos, se fue a portagayola en el quinto, puso de su parte todo lo posible para lograr el triunfo. El segundo fue muy flojo. En algunas tandas con la diestra expresó su buen concepto torero, pero el animal se rajó por completo.
Fue arrollado en la portagayola del quinto. El novillo duró poco en las manos de un chaval con muchas ganas. Además, también soltó cabezazos a destiempo. Si le suman el viento, se comprende que a la faena de Cerro le faltara continuidad, aunque dejó la huella de su buen concepto. Dio la vuelta al ruedo por su cuenta, lo que es un mal detalle. Hay que tener más torería.

El tercero fue un inválido que debió ser devuelto a los corrales. No le sirvió a Juan Ortega más que para dejar alguna muestra suelta de su estilo clásico.
El sexto fue el mejor de la suelta. Ortega toreó sin ligar con la derecha. El animal dobló las manos y pareció lesionado. Sin embargo, regaló algunas arrancadas que el torero no aprovechó al cien por cien. De nuevo denotó una notable frialdad. El animal merecía otra lidia y mejor toreo. Al final, los novillos y la terna, a medio gas.

Foto: Arjona / Toromedia