Álvaro Pastor Torres.-  Se cerró el abono sevillano en cuanto a novilladas con un interesante lote de Fuente Ymbro y una oreja para Javier Jiménez y una vuelta para el debutante de Gerena Miguel Ángel León.

Plaza de toros de Sevilla. Jueves 30 de mayo, festividad del Corpus Christi y de San Fernando. Novillada con picadores de abono. Media entrada en tarde primaveral y ventosa. Destacó en la brega Francisco Charro.

Seis novillos de Fuente Ymbro, muy bien presentados y parejos, de juego desigual. Mansos primero y segundo, parado el tercero, bravo y con trasmisión el cuarto y nobles en distinta gradación los dos últimos.

Javier Jiménez, de turquesa y oro: estocada desprendida (saludos tras aviso), y pinchazo y estocada desprendida (oreja)

Vicente Soler, de grosella y oro: pinchazo, bajonazo trasero y descabello (silencio tras aviso), y estocada baja y trasera (silencio)

Miguel Ángel León, de rosa y oro: casi entera perpendicular y descabello (silencio tras aviso), y pinchazo y media atravesada (vuelta tras petición)

Iba la novillada cuesta abajo por una conjunción planetaria adversa donde se habían conjugado diversos factores: la mansedumbre de los dos primeros “toritos” de la “factoría” Fuente Ymbro –uno de los bien criados utreros estaba marcado con el número 223-; la voltereta con costalada de categoría especial del que hizo tercero y la consiguiente merma en su juego; las faenas largas de escaso contenido que tuvieron sus merecidos avisos, alguno incluso antes de que el novillero hubiera cuadrado para entrar a matar; la impericia del castellonense Soler con las banderillas; la manía incomprensible de torear doblado o la terrorífica costumbre de retardar lo más posible el jugársela con el verduguillo y dejar morir a los astados entre espantosos espasmos, tras una cruel agonía que haría pedir a más de uno –y de una- el carné de antitaurino. Liquidado el tercero tan solo Javier Jiménez había demostrado oficio, valor sobrado y aguante ante el que rompió plaza.

Pero fue volver a señalar las rayas en el tercio con la regadera llena de pintura almagra y la novillada –Gratia Dei- remontó el vuelo. Primero gracias a un interesante y bravo novillo de Ricardo Gallardo, con motor y duración, que permitió al rubio chaval de Espartinas ligar tandas por ambos pitones ora algo distantes, ora con más cercanía, pero con un temple digno de reseñar, al igual que los pases del desprecio, muy del agrado de un respetable generoso y entregado que pidió con fuerza la oreja a pesar de que la suerte de matar no se consumó de la forma más ortodoxa. Jiménez está ya cuajado y pide a gritos subir de escalafón.

Después apareció un renovado Soler, que se gustó con el capote –a los dos los recibió a portagayola-,y mejoró notablemente por los garapullos, mas la sucesión –casi eterna- de pases con la muleta no estuvo a la altura de lo que merecía la calidad de la embestida de utrero.

Para rematar la tarde que ya declinaba, Miguel Ángel León estuvo a punto de tocar pelo –¡ay los aceros, que por algo es la suerte suprema!- tras un trasteo algo desigual –normal en un debutante- pero con regusto y cierto poso que seguramente mejorará cuando deje las prisas, que siempre son, y más delante de la cara del toro, malas consejeras.