predetPor José Luis Garrido Bustamante


¿Qué va a decir el genio de la Puebla ante la llamada del cartero que, por desgracia, a lo peor, llama dos veces, pero esta vez pidiéndole su cartita?

Morante calla. Y mejor que siga así porque lo mismo que algunas hollywoodenses estrellas dobladas por celtibéricas voces de terciopelo lo echan todo a perder cuando dejan su propia voz oponiéndose al doblaje, los que se tienen por figuras de la tauromaquia deben cuidar todos los perfiles de sus imágenes y no correr el riesgo de distorsionarlas con confidencias estridentes. Aunque sean razonables y puedan estar justificadas por antiguas injusticias que provocaron heridas sin restañar.

Pongamos que Morante es Curro. ¿Alguien puede cometer el atrevimiento de imaginar al Faraón igualándose en la tribuna pública de los Pares con cuatro compañeros de cartel?

Aquí no se puede votar la salida de Canorea como los franceses se cargaron a Napoleon. Los maestrantes no son el Senado galo del diecinueve. El pueblo llano, ese que ocupa o deja vacíos los tendidos, se aproxima más. Pero aquí unos y otros lo están dejando de convidado de piedra. El cartero sabe que nunca llegara a sus manos la misiva petitoria de dimisión con el membrete de la Institución Hidalga.

Creo que nunca se supo lo que don Diodoro pagaba a Romero. Ni lo que éste tuvo la consideración de rebajarle cuando las cosas no habían rodado bien.

Dudo que a los aficionados actuales les complazca encontrar a Morante incurso en el grupo de los insurrectos. El heredero del aroma y el arte, de la inspiración y la armonía… el depositario del cetro de las esencias cuando el de Camas dejó de vestirse de torero ocupaba una continuidad que no se hasta qué punto puede quedar dañada.