Álvaro R. del Moral.– Se sigue hablando de las orejas que se quedaron sin cortar; de las espadas que no amarraron algunos triunfos, de algunos toros sin cuajar y hasta de esos toreros que se quedaron donde estaban o retrocedieron sin remedio. Se habla ya menos de los que no quisieron estar. Pero sí se comenta que la Feria fue de menos a más y remontó notablemente en su final. También se platica que ha ido más gente que, como suele ocurrir, respondió al calor de la fecha, la alcurnia del cartel o la inercia del día, como en el caso del rentabilísimo aburrimiento mediático del sábado de farolillos. Pero hay un dato paradigmático para comprender la falta de retorno del toreo: fue el lunes del alumbrado. El cartel reunía al autor de la mejor faena de la Feria de 2014; el del trasteo más importante de toda la temporada; a un supuesto diestro emergente y a una de las ganaderías de mejores resultados en los últimos años. Se registró una de las entradas más pobres de todo el ciclo… Mientras tanto, también se sigue hablando de la defunción irremediable del abono; de la finalización del histórico paisaje humano y el carácter de la plaza –no sabemos si se gestarán unos nuevos– y de la decadencia de los festejos de rejones, la necesidad de dejar en casa a ciertos toreros y apostar por otros… A la vez hay voces que apuntan a ciertos movimientos interiores en la empresa Pagés y hasta a la recuperación de algún diálogo roto. Veremos.
Cantares de gesta, odas y romances. Leyendo y escuchando lo que se ha dicho, escrito y hablado en torno a la enésima venida en carne mortal del Divino creíamos asistir a la venida de Elías en su carro de fuego, a la resurrección de Lázaro o la venida de Gózer. No salimos de nuestro asombro pero tampoco dudamos –Dios nos libre– de la legitimidad del triunfo hidrocálido del impar torero. El caso es que la tramoya que rodea las idas y venidas del galapagarino implica la redacción de nosecuantas odas previas y posteriores que hacen bueno aquel dicho del oficio: no dejes que una mala historia te estropee un buen titular. Seguramente no es el caso, aunque la filtración y control exhaustivo de lo que se filma y se fotografía –su guardia de corps no sabía que el 3 de mayo se celebraba el día de la libertad de prensa– impiden hacer un juicio de valor sin haber asistido al evento, plato central de la larga feria de Aguascalientes. El ciclo azteca también acoge los bolos primaverales de la tropa rebelada en Sevilla antes de afrontar la dureza del toro y la gran temporada española. Ahí es donde se dirime el cetro del toreo. Y las líneas de frente siguen inmutables.
Publicado en el El Correo de Andalucía