Carlos Crivell.– Los toros son apolíticos. Otra cosa es que los políticos se aprovechen del toreo para sus fines partidistas. Si es el espectáculo más democrático del mundo, nadie ni nada debería perturbar esa limpieza que supone el momento culminante de la lidia del toro en la plaza. No hay ningún otro arte tan poco afectado por los vaivenes de los políticos como la fiesta taurina. Otra cosa es lo que se manipule en otros escenarios distintos. Así, la literatura siempre tiene un trasfondo marcado por las ideas. Y lo mismo vale para la mayoría de las artes. En la lidia del toro no hay posibilidad de mandar mensajes políticos, salvo cuando un torero pinta en su muleta una proclama, como ocurrió en algunos festejos durante la guerra civil. Anécdotas como las corridas patrióticas o las destinadas a recaudar fondos para uno de los bandos no pueden ensombrecer la certeza de una tauromaquia absolutamente despojada del barniz, siempre contaminante, de los intereses políticos.
Se ha producido hace escasas fechas un movimiento que intenta blanquear la imagen de la izquierda con relación al toreo, algo que acontece ante la actitud pasiva o contraria de algunos partidos políticos. Para ello se vuelve a recordar a los muchos intelectuales y artistas, claramente alineados a la izquierda, que la han defendido o que la defienden. Como indicaré más adelante, el socialismo no ha sido protaurino en casi ningún momento. Es verdad que ha habido ilustres nombres que se han manifestado a favor del arte torero. Pero estamos en el siglo XXI y todo es diferente. Los partidos de la derecha han dado un paso adelante en su apoyo no tanto por un convencimiento firme de que deben hacerlo, sino porque se han percatado de la inhibición de la izquierda. Ante la desidia y el desamparo de los partidos de izquierda, la derecha ha dado un paso adelante. Y así hemos llegado a una situación absurda que equipara al taurino con un personaje conservador. A ello ha contribuido de forma decisiva que algún partido político muy de derechas se haya alineado con la fiesta incluso de forma abusiva, porque esa defensa provoca malestar en muchos aficionados. Como no vale amagar sin señalar, me parece que la actitud de Vox con la fiesta no es nada oportuna. Conozco a muchos que han llegado a pensar que todos los aficionados taurinos son votantes de ese partido. Y no es así.
Cuando se habla de izquierda en España, creo oportuno señalar que se trata de los socialistas de PSOE, los comunistas de Izquierda Unida y la gente de Podemos. Bajo ningún concepto se puede hablar de los independentistas catalanes, los nacionalistas vascos o gallegos o los sucesores de ETA amparados en las siglas de Bildu. Todos estos grupos, algunos de ellos incluso con raíces más cerca de la derecha, rechazan la tauromaquia simplemente porque es un signo de identidad de España. Rechazan de plano todo lo que suponen que es patrimonio de la nación española, de forma que, igual que han hecho con el toreo, han anatemizado al flamenco, la copla o los festejos tradicionales de tantas tierras españolas. La realidad es que, amparados en un falso animalismo, estos grupos políticos ha emprendido una cruzada violenta contra el toreo que no sabemos hasta donde llegará con el paso del tiempo.
Estos políticos que tratan de socavar la identidad de España han llegado al poder, bien porque forman parte del Gobierno por la coalición existente, bien porque han sido el salvavidas para ejecutivo en la aprobación de los presupuestos. Naturalmente, esos favores hay que pagarlos de muchas maneras. Por desgracia, una de ellas es la inhibición ante la campaña de descredito que tanto los socios de Gobierno como los partidos nacionalistas han emprendido contra la tauromaquia. El partido socialista se ha puesto de perfil y no suele mostrar en público su deber de apoyar y promocionar el toreo, algo a lo que está obligado por ley.
Los políticos socialistas afines a los toros son muy pocos. Al menos son pocos los que lo proclaman de forma abierta. En el gobierno actual apenas la señora Calvo y el señor Ábalos. Dice Eneko Andueza, socialista vasco que ha publicado un libro sobre la afición torera de la izquierda, que la ministra ha luchado mucho por el toreo. Es posible que así sea, pero esto es como la mujer del César: no solo hay que serlo, sino que hay que parecerlo. Y la izquierda española mira para otro lado en relación con el arte taurino. Está bien lo de blanquear a los socialistas, pero a todos nos alegraría mucho más una declaración pública y manifiesta de ese apoyo. Como han publicado hace poco en algún libelo periodístico, la historia del socialismo es esencialmente antitaurina. Sería muy discutible esta afirmación cuando muy ilustres pensadores e intelectuales de izquierda han sido aficionados. Es más, durante muchas épocas de la historia, en concreto a finales del siglo XIX y comienzos del XX, la fiesta de los toros era un espectáculo popular que concitaba la atención de todas las capas sociales y política españolas. Sin embargo, hay algo de cierto en esa afirmación de la postura contraria del socialismo. Quienes defienden que los socialistas deben mantener su postura antitaurina se olvidan de una máxima de valor incuestionable, como es el respeto al derecho a decidir de cada ser humano.
Ante la inhibición evidente de la izquierda, apoyada en esa historia contraria al toreo porque no es ’progresista’, los partidos de la derecha han tomado la bandera de la defensa l toreo. Lo han hecho con un descaro que tampoco es conveniente. La imagen de un líder político junto a un torero fumándose un puro es rancia y escasa mente atractiva para los intereses de nuestra afición. La fiesta debe estar alejada de posturas extremistas.
A los partidos de la derecha, Partido Popular, Ciudadanos y Vox, los socialistas le han puesto en bandeja la defensa del toreo. Por mucho que se intente justificar que no pretenden acabar con la fiesta, es difícil de comprender la actitud de muchos miembros de ese partido en ayuntamientos, diputaciones y parlamentos en los que han votado contra proyectos de ayuda y promoción. No hay blanqueo posible cuando la realidad se vuelve tozuda.