Curro_flamencoLuis Carlos Peris.– Dos verónicas y media al aire del Maestranza sobre un albero de chaquetas y mantones cerraron la noche en que Curro Romero y los gitanos se homenajearon mutuamente. Los Gitanos y los gitanos, la hermandad y esa raza única que lleva sangre de reyes en la palma de la mano se volcaron en un payo con alma gitana para que el arte manase a través de tres horas largas en que el duende iba y venía a su antojo. Cuando el más artista de cuantos toreros pariese madre alguna se enroscó la vida con el broche de media interminable, la sensación que nos quedaba es que habíamos vivido una noche para la historia. Lo bordó el hijo de Rancapino, crujió el Tomasa, conectó como nadie Poveda, tocó Panseco el cielo con su voz y me sonaron ancestrales los ecos de Juan el Lebrijano para que el tiempo se parase en el capote de Romero y el duende dijera que ya estaba bien.

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