Encerrona triunfal de Alejandro Talavante en la segunda de Zafra con un toreo templado y lleno de sorpresas por las improvisaciones del extremeño. Cortó nueve orejas y un rabo a reses apropiadas, pero lo mejor fue que dejó una gratísima impresión.

Plaza de toros de Zafra. 2ª de Feria. Dos tercios de plaza. Se lidiaron siete toros de los siguientes hierros por orden de salida: Victoriano del Río, Cayetano Muñoz, Garcigrande, Daniel Ruiz, Zalduendo, Núñez del Cuvillo y Zalduendo, éste como regalo. Pobres de cabeza, salvo el de Cayetano Muñoz, de buen juego en general con nota especial para el de Garcigrande y el sobrero de Zalduendo. Más complicados el de Daniel Ruiz y el quinto de Zalduendo.

Alejandro Talavante, único espada, de celeste y oro, una oreja, una oreja, dos orejas, saludos, una oreja, dos orejas y dos orejas y rabo. Salió a hombros.

Carlos Crivell.- Zafra

Alejandro Talavante mató siete toros con el postre del sobrero si salirse de lo que es su tauromaquia, que tiene como fundamentos la improvisación de muchas suertes. Al margen del balance de orejas, nueve y un rabo, toda su actuación fue un derroche de templanza y variedad, así como de fantasía a la hora de resolver las situaciones con un desparpajo genial y algunos toques magia, porque no se puede llamar de otra forma a los numerosos momentos en los que se sacó pases de la chistera de la ilusión. Muy bien el extremeño.

Mató siete toros elegidos de forma cuidadosa para la ocasión, en general muy cómodos de cabeza, algunos de una pobreza excesiva, como el quinto de Zalduendo. Zafra es plaza de tercera, pero tiene historia de plaza de más rango. Se podían haber esmerado algo más en la elección del ganado. Sin embargo, a tenor de juego exhibido no hay que alabar a quienes los embarcaron. Casi todos fueron nobles, flojitos y justos de raza. De todos, superiores el de Garcigrande y el sobrero de Zalduendo. El más incómodo fue el de Daniel Ruiz.

Talavante toreó bien con el capote a la verónica. Al sobrero lo recibió con un farol de rodillas. Antes, fue desgranando quites por gaoneras, saltilleras y unas hermosas gallosinas al quinto. Le puso banderillas con poca pericia al sobrero.

A pesar de que se podía temer que un solo torero como Talavante llegara a la monotonía, la sorpresa de la corrida fue que no hubo tal cosa, sobre todo porque sacó a relucir en cada momento detalles improvisados muy llamativos, así unas dosantinas, muchos cambios por la espalda, los pases de la flores, en fin, todo un arsenal de recursos inesperados. Como me dice mi nuen amigo Gastón Ramírez, Talavante se ha impregnado del toreo mexicano y allí dejó las muestras en las brionesas, capetillinas y arrucinas.

Del toreo fundamental, por encima de todo se disfrutó con la izquierda prodigiosa de este torero. Buenos los naturales al noble del Victoriano del Río; soberbia toda la faena al excelente toro de Garcigrande con el que estableció un juego de toro y torero que encandiló a la plaza; muy seria la faena al cuarto de Daniel Ruiz, que le obligó a someter a un toro de menos recorrido; magnífico el pulso en los naturales largos al quinto de Zalduendo, siempre con esos toques al vuelo de la franela, como si planeara una gaviota, y que prenden a los toros como imantados; muy conseguida la faena al de Cuvillo, que parecía malo por al derecha y acabó sometido a su poder y temple; y la faena al buenísimo sobrero de Zalduendo fue un atracón de buenos muletazos. La derecha la lució en el segundo, el toro de Cayetano Muñoz, también noble.

Sólo desentonó algo la espada, pues aunque pinchó poco las estovadas cayeron casi siempre muy atravesados, de forma que tuvo que refrendar a varios astados con el descabello, siempre muy acertado. La tarde fue clamorosa para los aficionados extremeños. Para los testigos imparciales, Talavante fue un prodigio de fantasía torera en una tarde plena de inspiración.