galvan-davidCarlos Crivell.- David Galván hizo la mejor faena de la tarde al tercero del buen encierro de El Pilar. El torero gaditano es una clara apuesta de futuro. Manzanares estuvo bien con el excelente quinto. Ponce, desganado.

Plaza de toros de Algeciras, 3ª de Feria. Dos tercios de plaza. Seis toros de El Pilar, desiguales de presencia, los tres primeros muy terciados, y de juego diverso. En general, justos de raza y nobles. El tercero y el quinto, excelentes. Saludaron en el quinto Curro Javier y Luis Blázquez. Manzanares y Galván salieron a hombros.

Enrique Ponce, de grana y oro, cinco pinchazos y estocada trasera (silencio). En el cuarto, cuatro pinchazos, estocada baja y dos descabellos (ovación tras aviso).

José María Manzanares, de azul marino y oro, media estocada (una oreja). En el quinto, estocada (dos orejas)

David Galván, de rioja y oro, estocada (dos orejas). En el sexto, dos pinchazos y estocada (aplausos tras aviso)

La corrida de El Pilar fue buena en conjunto, aunque con matices. La nobleza presidió el comportamiento de las reses, pero fueron el tercero y el quinto los que embistieron con más clase. Fueron los toros desorejados por partida doble por Manzanares y Galván, que al final de la corrida salieron a hombros por la Puerta de la Feria. La noticia fue el nivel del toreo de David Galván.

David Galván se arrimó en el tercero como una fiera, lo que a sus compañeros de cartel no debió gustarles muchos, más cuando Ponce y Manzanares se pasaron al primero y al segundo muy lejos de su cintura. Era la obligación del joven torero en esta gran oportunidad. Se trata de un diestro de maneras elegantes, un concepto muy puro y que tiene valor. Debe pulir los defectos normales de quien aún tiene un recorrido corto en la profesión.

El caso es que Galván se enfrentó a un buen toro de El Pilar y ofreció todo un muestrario de su tauromaquia. Se gustó en las verónicas del saludo, quitó por chicuelinas con gracia y ajuste y dibujó el toreo fundamental con finura y naturalidad. Fue llamativa su intención permanente de ligar los pases en el sitio sin mover las zapatillas. En algunas tandas, ya con la derecha, ya con la izquierda, logró el milagro maravilloso de la ligazón, algo que tanto se echa en falta en estos días. A su toreo le sobran artificios que no añaden nada, como circulares y arrimones, pero también puede admitirse que en estos tiempos los públicos vibran con tales aditivos. Lo mató muy bien y paseó dos orejas de verdad.

En agradecimiento por permitir su presencia en este cartel, les brindó el sexto a sus compañeros. No fue igual que anterior. Se frenó sin disimulo ante la muleta del toreros isleño. Echó la cara arriba. Galván se puso muy serio por los dos pitones tratando de alargar su viaje. Ahora no pudo ligar sin moverse, pero dejó muy claras sus virtudes de torero fino y valiente. Su cotización ha subido.

Manzanares estuvo en su línea con el segundo. A un toro noble y algo cansino en su embestida le toreó con estética a distancia considerable. La estética del alicantino puede tapar su falta de ajuste cuando el toro tiene emoción en la embestida, lo que no ocurría con el segundo de El Pilar. Fue una faena bonita que remató con media imperfecta.

El toro de más emoción para que su tauromaquia brille fue el quinto. El animal fue un conjunto de nobleza, humillación y recorrido. Para conseguir estos milagros los toros no se pican en estas plazas. Es algo que el aficionado ya admite y que no tiene solución. Se lo brindó al joven Galván. La realidad es que este quinto embistió mucho y bien a la muleta de Manzanares, de forma que se sintió muy a gusto en tandas limpias, elegantes y finísimas de trazo. Se paró el animal por el lado izquierdo. No hubo toreo con la zurda. Siguió con la derecha cuando ya el burel estaba agotado y buscaba las tablas. Sacó el cañón de matar que lleva en su esportón y las dos orejas cayeron por su peso, faltaría más en una plaza tan generosa.

Para Enrique Ponce fue una tarde aciaga. No tuvo mucha suerte con su lote. El que abrió plaza no le gustó nada. Desde el tendido fue un toro soso con poca entrega. En ningún momento se encontró cómodo. El cuarto fue un toro vulgar, también sosito y noble, que le permitió dibujar algunas tandas con la diestra sin mucha convicción. La mejor prueba de que no era su tarde fue el mitin que ofreció en ambos con la espada. Pinchó nueve veces, clavó bajo casi siempre y pasó un mal rato para finiquitar a sus oponentes, al tiempo que gesticulaba en exceso como forma de justificación. No fue el maestro Ponce de otras tardes de esta misma temporada. La plaza le alentó con una ovación al finalizar la lidia del cuarto. Fue un buen detalle. No era el premio a su actuación en este festejo algecireño; era el reconocimiento a su trayectoria.

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