Juan Manuel Pérez Alarcón.– Martes de Feria, el personal contento por ir a los toros a la Maestranza, – bello marco – temperatura excelente, y tres toreros que eran del gusto de la afición. ¿Se podía pedir algo más?. Pues sí, una corrida de toros que tuviera raza y casta. La de ayer de El Pilar – Moíses Fraile, no tuvo suficientes argumentos de bravura – exceptuando el primero – y facilito que la tarde no tuviera la grandeza y triunfos que todos esperábamos. Corrida correcta de presentación, tuvieron todos los toros un comportamiento similar, llegando a la muleta parados, rajados y sin las fuerzas suficientes para embestir. Hubo detalles de todos los toreros, pero faltó lo esencial, la materia prima que reina en el espectáculo; un toro que acometa con bravura y prontitud, y lamentablemente ayer tampoco apareció por los chiqueros de Sevilla.
Finito de Córdoba sorteó un primer toro que salió parado de salida y que no le dejó estirarse con el capote y solamente dejo dos recortes que gustaron al público. En el caballo meró trámite ante un toro escaso de fuerzas. Muy noble en la muleta, le permitió varias series con la derecha algo aceleradas pero rematadas con un remate muy personal del pase de la firma. Un toro que transmitió en el último tercio y que Finito no aprovechó por el buen pitón izquierdo. Faena de detalles con algunos enganches que deslucían la estética. Tras una estocada entera fue ovacionado.
Con el cuarto la invalidez del toro no le permitió el lucimiento deseado, en una faena carente de todo. Y el viento que también molestaba. Lo mejor ir a por la espada.
Manzanares tuvo un primer toro cuyo mayor defecto es que le costaba centrarse en los engaños. Bien picado por Barroso. Sensacional tercio de banderillas de Curro Javier y Luis Blazquez. Le costo a manzanares acoplarse en una faena larga donde dejó agradables pinceladas sobre todo con la mano derecha.
Se corrió turno y lidió el sexto al entrar en la enfermería por una gastroenteritis, y lo templó de salida con el capote, pero ya el toro evidenciaba sus carencias. Le costaba entregarse. Curro Javier lo lidió magistralmente. Manzanares anduvo con oficio y tirando de recursos pero las reservas del toro no permitían mayor lucimiento. Esta vez con la espada se distrajo.
Daniel Luque recibió a la verónica a un toro que se dejo torear muy despacio con el capote. Lances templados y con mucho gusto rematados con varias medias muy bellas. En en el caballo se midió poco, y en la muleta solamente las primeras series tuvieron algún fundamento. Después la falta de raza y ritmo del toro apagaron las expectativas. Tras un pinchazo y estocada, y un aviso, fue despedido con palmas.
Con el último de su lote (quinto de la tarde por convalecencia de Manzanares) pechó con un animal que le costaba mucho humillar y que apenas pudo lucirse en los primeros tercios. Luque volvió a exhibir su toreo de dominio y cercanías, de temple y poderío, pero ante una animal que se dejo muy poco. Un moribundo sin raza y casta que pedía la muerte. Con la espada no anduvo fino.