Castella paga con sangre un gran triunfo

Gavira / El Cordobés, Castella y Manzanares

Ganadería: seis toros de Gavita, correctos de presentación y de juego variado. Destacó el segundo, poco picado, que llegó con bríos al final. También fue bueno por el derecho el sexto. Falto raza en la corrida para rematar en la muleta, faltaron las fuerzas y casi todos se pararon al final.

El Cordobés: estocada trasera (una oreja) y estocada baja (vuelta al ruedo).
Sebastián Castella: estocada baja (dos orejas) y pinchazo y estocada trasera (dos orejas).
José María Manzanares: estocada (saludos) y estocada (dos orejas).

Plaza de Algeciras, 28 de junio de 2008. 3ª de Feria. Casi lleno. Saludó Curro Molina. Manzanares salió a hombros. Castella no pudo hacerlo al estar herido. Fue operado de una cornada en la parte inferior de muslo derecho de 20 centímetros, que no afecta a vasos importantes, de pronóstico menos grave.

Carlos Crivell.- Algeciras

La corrida tuvo dos partes. La primera, la de los toros primero y cuarto que lidió El Cordobés; la segunda, el resto de la corrida con la presencia de Castella y Manzanares. No es que fueran dos espectáculos distintos en su base, pero no tuvieron nada que ver en su desarrollo. La corrida tuvo un protagonista destacado, naturalmente en lo taurino, que fue Sebastián Castella, que se mostró muy recuperado y con el sitio de siempre en la cara de los toros. Por desgracia, cuando ya culminaba su actuación, fue cogido por el quinto y resultó herido en el muslo derecho.

Advertido de las escasas fuerzas del segundo, ordenó que no lo picaran. El toro no recibió más que un arañazo leve trasero. Llegó con viveza y transmisión a la muleta y Castella se explayó en una faena densa y de matices muy toreros. Ya con el capote toreó con temple y gusto. Fue muy celebrado el quite con lances de espalda por alto. Comenzó con sus clásicas espaldinas y dibujó tres tandas de derechazos largos y templados. Aunque el de Gavira tenía fuelle, le costaba tomar el segundo pase, lo que sólo la perfecta colocación y el toque sutil de Castella logró siempre. Como el toro no repitió en el toreo al natural, el francés atornilló las zapatillas en circulares emotivos y en su parón final a milímetros de los pitones. Fue una lástima que la espada cayera baja. Ese detalle no le importó a la plaza para pedirle las dos orejas. El palco, que el día anterior había sido muy exigente, las concedió con mucha alegría.

El quinto fue un toro más fuerte, corretón y distraído. Curro Molina dejó dos pares de banderillas para esculpirlos. Castella tuvo paciencia, lo dejó ir y venir, para finalmente atarlo a su muleta en pases muy dominadores de mano baja. El animal no se entregó nunca, siempre quiso irse de las suertes, pero el torero lo sujetó con pases templados, todo ello a pesar de la dificultad de un toro protestón y un punto violento. Las manoletinas querían poner el colofón a su pundonor, pero surgió lo imprevisto en una escalofriante voltereta. La taleguilla celeste se llenó de sangre, pero aún herido lo mató en la segunda entrada. Fue una lección de torero en toda regla.

Manzanares tropezó con un toro sin fuerzas ni casta en primer lugar. El de Alicante abrió la puerta de la esperanza en algunos muletazos de buen gusto, aunque no podía hilvanar dos pases seguidos. Lo mejor fue la estocada con la que remató su labor.

El cinqueño sexto quería cogerla por el derecho y Manzanares lo toreó a gusto en tandas de poder y temple, siempre con el buen gusto propio de la casa. También hubo pases de cante grande por el lado izquierdo, por donde al principio se había rebrincado. Ese toro le permitió al alicantino dejar la huella de su calidad mientras el toro se lo permitió porque acabó rajadito y queriendo irse a la dehesa. Manzanares lo cuajó en una labor de torero artista que llenó la plaza.

La otra parte del festejo fue la actuación de Manuel Díaz El Cordobés. El rubio torero tiene un carisma enorme y las masas se entregan ante cualquier gesto que salga de su anatomía. El primero fue un toro que se quedó corto y remató alto por sus escasas fuerzas. Por tanto, un toro nada fácil. El Cordobés le hizo su torero de pases a diestro y siniestro, destemplados y deshilvanados. Y qué le importa eso a la masa, que le tiene como un ídolo por su gran simpatía. De todas formas, la oreja no tenía sentido.

El presidente debió sentirse arrepentido de ese trofeo porque se lo negó en el cuarto con toda razón. El toro metió bien la cara en dos tandas que Manolo acertó a templar, pero ya no hubo más posibilidades que el salto de la rana, que también en Algeciras se celebra como si fuera toreo puro. Como la merienda y el alcohol hacía estragos, se pidió una oreja que no se concedió con la división de la plaza. El Cordobés fue honesto a su imagen, pero la realidad es que en este cartel no parecía el diestro más oportuno.

La tarde la llenó un recuperado Sebastián Castella que pagó su entrega con sangre. La buena noticia es que parece recuperado para este verano taurino que comienza con tantas emociones.