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Morante con la derecha en el primero (Foto;:Arjona)

Carlos Crivell.- En la segunda de Algeciras el toreo lo puso Morante y la garra Galván, que al final cortó tres orejas y salió a hombros. Manzanares cumplió y resultó lesionado en una voltereta.

Plaza de toros de Algeciras, 27 de junio de 2015. 3ª de Feria. Dos tercios de plaza. Seis toros de Núñez del Cuvillo, cómodos, justos de trapío, bien hechos, en general nobles en grado variado. Sin fuerzas y rebrincado el 1º; noble el 2ª; reservon con buen pitón izquierdo el 3º; manso, noble y soso el 4º; noble y reponedor, el 5º; flojo y rebrincado, el 6º.
Saludaron en banderillas Rafael Rosa, Luis Blázquez, Curro Javier, Miguel Ángel Sánchez y Rafael Limón. David Galván salió a hombros.
Morante de la Puebla, de rioja y oro, siete pinchazos y estocada (silencio tras aviso). En el cuarto, pinchazo y estocada desprendida (saludos).
José María Manzanares, de negro y azabache, estocada (una oreja). En el quinto, pinchazo y media estocada (saludos).
David Galván, de verde hoja y oro, estocada tendida y trasera (dos orejas tras aviso). En el sexto, estocada (una oreja).

La faena más torera de la tarde, la de Morante al cuarto, se quedó sin premio. Así son las cosas del toreo. Así sucede en las plazas que han perdido el norte. En realidad, el norte se ha perdido en todas partes y en casi todas las plazas. La tarde llegaba a ese cuarto con una faena preciosa de Manzanares sobre el pitón derecho y una exhibición de agallas y casta torera del casi local David Galván. Morante había tropezado en primer lugar con un toro de Cuvillo sin fuerzas. El animal rebañó y lanzó gañafones al engaño hasta el punto de que desarmó a Carretero, un torero seguro en la lidia. Morante estuvo delante del toro el tiempo preciso, se la puso por los dos pitones pero aquello no levantó el vuelo.

Antes de salir el cuarto, Manzanares se enfrentó a otro toro justito de todo, de cara y culata sobre todo, al que toreó mucho por la derecha con buen gusto, limpieza en el trazo y buen pulso para llevar al astado hasta el final. Un intento por la zurda fue baldío. La estocada contundente le puso en la mano una oreja.

David Galván salió hecho un jabato en el tercero. No se torea todos los días con dos figuras. Quitó por gaoneras con una valor seco que impresionó al público. El toro se reservó mucho y no regaló nada. Galván se colocó muy cerca, quizás lo ahogó pronto, pero aquello tuvo emoción. A medida que avanzó la faena, el chaval encontró el temple por la izquierda en muletazos no ligados que tuvieron un trazo perfecto. También llegó algún enganchón desafortunado. El final fue el clásico del toreo moderno con un arrimón y circulares algo bruscos, pero la plaza vivía la faena conmovida por la decisión y el desparpajo del torero de la Isla. A todo esto, la banda de música, que aquí toca por decreto, permanecía en silencio. Las bernadinas y la estocada provocaron el delirio. Dos orejas con generosidad, pero ahí quedó su faena arrebatada y valiente.

Y salió el manso cuarto. Se paró tras un puyazo y de pronto, en el centro, en una de sus carreras se encontró con Morante que le improvisó tres chicuelinas de cartel. El animal tenía bondad y una tremenda sosería. Morante regó de nuevo el ruedo con el aroma de una muletazos a cámara lenta enormes. No se puede torear más despacio. Todo fue fugaz en el tiempo, como poco duró el de Cuvillo, pero aún se pudieron paladear unas tricherillas y algunos cambios de mano que pedían pintores. Y allí quedó todo. Un pinchazo enfrió la petición. Fue de esas obras que no necesitan orejas. Necesitan que se cuenten. Contado queda.

Manzanares cumplió como un funcionario con el noble quinto, con el que nunca acabó de centrarse. Perdió muchos pasos entre los muletazos, a veces aceleró el ritmo de los mismos y la faena, de trazo correcto, fue de cumplimiento del deber y poco más. Todo muy mecánico.

Galván se había convertido en el dominador de la tarde a la salida del sexto. El colorao de Cuvillo, más rematado que sus hermanos, le dio un susto al banderillero Miguel Ángel Sánchez al resbalar junto a las tablas. El toro embistió rebrincado por su falta manifiesta de fuerzas. Galván, crecido y empujado por el tendido, le dio ahora la distancia y trazó pases muy logrados sobre la diestra. De nuevo aparecieron los feos enganchones, un problema que debe resolver, aunque ahora justificados por el cabeceo del Cuvillo. Se entregó cerca del toro, se puso de rodillas con mucho barullo y acabó su tarde a hombros.

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