En la segunda de Algeciras, una mansada de Gavira deslució un festejo que caminó por senderos de mínimo interés, salvo los momentos de torería de Salvador Vega.

Gavira / Padilla, El Fandi y Salvador Vega
Plaza de toros de Algeciras, 2ª de Feria. Algo más de media plaza. Seis toros de Gavira, bien presentados, mansos y complicados. Mejor el tercero por el pitón derecho.
Juan José Padilla, de rioja y oro, tres pinchazos, estocada baja y dos descabellos (saludos tras dos avisos). En el cuarto, pinchazo y estocada (una oreja).
El Fandi, de azul y oro, estocada chalequera, media baja y descabello (saludos). En el quinto, estocada tendida y desacabello (una oreja tras aviso).
Salvador Vega, de verde manzana y oro, pinchazo hondo bajo (una oreja). En el sexto, dos pinchazos y tres descabellos (palmas).

Carlos Crivell.- Algeciras

La corrida de Gavira fue mansa y mala. Mansa para los caballos y para la lidia. Tuvo una movilidad engañosa, como si estuviera muy movida en el campo, pero no embistió por derecho casi nunca. Los toreros actuales no están preparados para la lidia del manso, como tampoco los públicos admiten el toreo sobre los pies, por bajo o el que trata de dominar las asperezas de las reses.

El público actual es muy permisivo y amable, algo que en principio se puede admitir, aunque todo dentro de un orden. Me imagino que algún aficionado algecireño pasaría un mal rato al presenciar lo acontecido sobre el ruedo. Las orejas concedidas sin motivo, el palco permitiendo faenas de cerca de quince minutos sin mandar el obligado aviso, los banderilleros ahondando los estoques de forma indisimulada o los mismos miembros de las cuadrillas pidiendo trofeos al palco, todo fue un conjunto de sucesos de poca entidad taurina que no pueden quedar reflejado en la ficha y que no deben quedar en el limbo.

Padilla tropezó con dos toros malos, cierto, pero su tarde en la plaza en la que tomó la alternativa no fue muy afortunada. El primero era corretón y no tenía fijeza. La lidia fue pésima por parte de la cuadrilla del jeerzano. Padilla se lució en banderillas y apenas pudo engarzar algunos muletazos con la derecha muy despegados. Hizo lo que pudo ante un animal sin clase, pero cometió el error de darle patadas al toro en el hocico así como agarrarse mucho al costillar. Pasó un quinario con la espada y solo la permisividad del palco impidió que el toro volviera vivo a los corrales.

Con el cuarto, toro malo, manso y rebrincado, no puso banderillas y le hizo una faena de trámite que animó al final con algún rodillazo. A pesar de matar a la segunda paseó una oreja que no tenía ningún sentido. También sería un detalle de grandeza torera que algún día un matador rechazara un trofeo.

El Fandi estuvo brillante con las banderillas en el primero de su lote. Hasta cuatro pares colocó al de Gavira. Fue otro manso corretón al que el de Granada toreó con la derecha casi en exclusiva, aunque los pases resultaron enganchados. Buen conocedor de estos públicos, El Fandi ofreció como postre una ración de molinetes de pie y de rodillas. Con la espada estuvo muy desafortunado. El primer espadazo cayó en el brazuelo.

Se animó más en el quinto, tan manso como sus hermanos, en el saludo con largas en el tercio y un quite por navarras. De nuevo ofreció su exhuberancia física con los palos. La faena fue mejor por la izquierda, pitón más claro del animal, aunque todo presidido por su tendencia a irse a las tablas. El Fandi, un prodigio de voluntad en cientos de pases de calidad mediana tirando a escasa. Fue una faena bullanguera bien acogida por el público.

Salvador Vega le puso calidad a la corrida. El tercero metió bien la cara por el derecho, por el izquierdo quería cazar moscas. El malagueño de lució en los lances de salida y en unas chicuelinas primorosas, para torear con buen gusto, prestancia y torería sobre el pitón bueno. Faena aseada, por limpia y pulcra, con algunos muletazos rematados con cadencia y una bella expresión. Aunque lo mató mal le dieron una oreja.

El sexto fue, cómo no, otro manso. La mansada de Gavira fue de época. Las verónicas que dibujó Vega fueron lo mejor de la tarde. Muy animoso y con el estímulo de la plaza, se enfrentó a un animal que siempre derrotó por arriba. Dejó algunas gotas de su indudable buen estilo para ponerle colofón a una tarde muy larga, llena de mansos y propia de una plaza de polvareda.

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