El Cid le cortó una oreja a cada toro en una tarde de toros nada fácils por su mansedumbre y su casta. El Cid fue el rey, mientras Morante dejaba destellos y Enrique Ponce se afanaba con la generosidad del público en dos faenas medianas.

Alcurrucén / Ponce, Morante y El Cid

Ganadería: seis toros de Alcurrucén, en el tipo del encaste Núñez, de jueago muy interesante. Fue un lote manso en los primeros tercios y que se dejó torear en distinto grado al final. Exhibieron casta, aunque ello les hizo complicados en algún momento. El más complicado, el quinto.

Enrique Ponce: estocada trasera (saludos) y pinchazo, estocada tendida y dos descabellos (vuelta tras dos avisos).
Morante de la Puebla: estocada corta trasera y descabello (saludos tras aviso) y media caída (división al saludar)
El Cid: estocada (una oreja) y estocada (una oreja).

Plaza de Algeciras, 27 de junio de 2008. Tres cuartos de plaza. El Boni se lució en la lidia del sexto. El Cid salió a hombros.

Carlos Crivell.- Algeciras

La corrida de Alcurrucén fue mansa en los primeros tercios. Salió corretona y abanta y no se entregó en los caballos, todo ello dentro de un comportamiento muy típico del encaste Núñez. Pero ésta fue una corrida encastada, es decir, que se movió con generosidad y acabó regalando embestidas para quien quisiera aprovecharlas. Este tipo de encierros son una delicia para los buenos aficionados, que no pierden hilo de lo que sucede en el ruedo.

El aficionado volvió a disfrutar con El Cid, que se ha convertido en un torero de amplio espectro. El Cid torea bien a los toros buenos, malos y regulares. Dibuja con buen estilo el toreo de capa y es un muletero seguro y poderoso con detalles de arte clásico. El tercero tenía dos pequeños pitoncitos, pero estaba en el tipo de su encaste. El toro manseó en el caballo y fue complicado ponerle las banderillas. El Cid lo entendió a la perfección. Le dio el tiempo preciso para encelarlo, le presentó la muleta con verdad y templó hasta el infinito. El toro, agradecido a quien así lo trataba, acabó embistiendo mejor. Algunas tandas por la derecha mostraron a un torero pleno de buen gusto. El final fue de categoría por la ligazón y algunos pases de pecho enormes. La plaza reaccionó de forma unánime y pidió las dos orejas que el palco dejó en la mitad. En fin, que haya exigencias para todos.

El sexto también fue manso. Como la mayoría de las reses recibió dos puyazos. La muleta de Manuel Jesús fue el elixir maravilloso para lograr que el toro se afianzara. El de Alcurrucén correspondió con suavidad y repitiendo por abajo, todo gracias a la categoría un torero que es un seguro, capaz de acoplarse a cualquier animal y que en esta faena brilló por ambos pitones con momentos como uno de pecho por el pecho, algo increíble. Fue una pena que el animal se pusiera imposible por la izquierda. El de Salteras volvió a la derecha y Algeciras se le entregó de nuevo.

El primero toro tenía sus problemas. Levantó de cuajo las tablas del burladero del tendido 1 y rebañó a Antonio Tejero de manera aparatosa. Es necesario hacer una llamada de atención muy seria a la autoridad y a los carpinteros, porque ese burladero ya se había destrozado varias veces el día anterior y no se aplicó el remedio necesario. Si a Tejero le mete el pitón, las responsabilidades estaban muy claras. Este toro fue tratado por Ponce de forma magistral en una faena de entrega y buena técnica, aunque era imposible ligar los pases.

Toda esa maestría se echó en falta en el cuarto. Fue un toro manso que complicó la vida a la cuadrilla con los palos. Sin embargo, metió la cabeza en la muleta. Enrique Ponce, cuyos méritos no se cuestionan a estas alturas, hizo una faena mediocre muy jaleada por el respetable. Con toques violentos echó afuera siempre la acometida del animal y las tandas fueron de pases rápidos, casi todos rectificando la posición y con algo que no debe prodigar este torero: demasiada gesticulación. El público, no se olvide que era el cuarto, estuvo generoso con el diestro. Alargó la faena, falló con la espada y recibió dos avisos, el primero antes de entrar a matar, que no fue tocado porque los trompeteros ni se percataron. La plaza le obligó a dar una vuelta al ruedo que nunca debió dar el maestro valenciano.

Para Morante de la Puebla también hubo problemas con la corrida mansa y encastada de los hermanos Lozano. Al segundo lo recibió con hermosos lances. Recibió un duro castigo en varas, especialmente el segundo puyazo en el caballo de reserva. El toreo sobre la diestra fue de bello trazo y mano baja. No fue una faena completa, porque el toro perdió gas y por la izquierda faltó acoplamiento, pero los destellos del espada de La Puebla supieron a gloria.

El quinto fue otro manso pero más complicado que sus hermanos. Ese toro y el anterior de Morante fueron los más fuertes del festejo. Quienes hicieron los lotes marraron de forma lamentable. El toro fue picado con dureza y el animal se comportó de forma desconcertante. Morante salió a torear muy decidido, llegó a enjaretar algunos pases prometedores, pero el toro fue a menos, se quedó corto y la faena se fue el limbo. Este quinto fue, con mucho, el más malo de la suelta.

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