La terna de Almería, contra un lote de hermosos mansos de El Venorrillo. Sólo una oreja para El Juli en tarde algo decepcionante. Ponce y Manzanares se fueron de vacío

El Ventorrillo / Ponce, El Juli y Manzanares

Plaza de toros de Almería, 24 de agosto de 2010. 3ª de Feria. Más de tres cuartos de plaza. Seis toros de El Ventorrillo, bien presentados y de juego variado. Predominó la mansedumbre, con el tercero y sexto como los más llamativos. Se movieron más el segundo y cuarto.

Enrique Ponce, de turquesa y oro, dos pinchazos, media caída y dos descabellos (saludos). En el cuarto, dos medias estocadas atravesadas (saludos)
El Juli, de berenjena y oro, pinchazo y estocada trasera (una oreja). En el quinto, pinchazo, estocada trasera y descabello (saludos)
José María Manzanares, de perla y azabache, estocada atravesada y seis descabellos (saludos tras aviso). En el sexto, estocada (silencio)

Carlos Crivell.- Almería

La corrida comenzó con el momento emocionante de la lectura del manifiesto de la defensa de los toros en la palabra de la voz taurina de Almería, Luis Criado, una institución en la ciudad dorada. Las palmas echaron humo. Fue la manifestación de más siete mil personas en defensa de las corridas de toros. Fuera, unos pocos armaban jaleo y tendrán eco. Siete mil contra cincuenta. No hay color. Almería también es taurina.

El cartel era completo, ya por toros, ya por toreros. El balance no fue tan satisfactorio como podía esperarse. La corrida de El Ventorrillo lució espléndidas hechuras, de esas que no suelen fallar, pero que en esta ocasión el factor de la mansedumbre les puso una nota negativa al juego de los bureles.

Algunos lucieron una fachada inmejorable. Pocos toros tan armónicos pueden contemplarse en los ruedos como el quinto, por citar uno de los que se podía haber saludado con una ovación. También el toro bien presentado debe ser homenajeado. Es un detalle que esta plaza, tan generosa, debería tener en cuenta.

Ponce no tuvo mucha suerte en el lote. Manso el primero; muy justo de raza, el cuarto. Se fue de vacío y fue una de esas tardes en las que, al marquen de otras cuestiones, hay que proclamar la maestría del torero de Chiva en dos trasteos inteligentes y ajustados a las condiciones de sus enemigos. Al manso lo fijó en el centro y lo muleteó con elegancia y distinción, también a veces con poco ajuste, pero con una técnica sobrada para que el de El Ventorrillo se quedara en el centro como imantado por el influjo de la franela. Fue una faena de torero veterano que no tuvo el refrendo de la espada y así se evaporó un posible premio.

Con el reservón cuarto sólo pudo torear de pase en pase. El animal no repitió nunca y a Ponce tampoco se le pueden exigir heroicidades a estas alturas. Con el acero, de nuevo muy desacertado.

El Juli salió como una fiera en el segundo, toro con movilidad, pero al que el matador tapó, llevó y mandó, aunque también se gustó. Fue una faena intensa, de esas en las que no hay resquicio para nada, sin pausa, sin alivios, como queriendo buscar una gloria que ya tiene. Su labor, por ambos pitones, se centró en el mando y el temple, pero también en el buen gusto, dato nuevo que añadir a la tauromaquia de El Juli. También fue sorprendente que el cañón de su espada no funcionara.

Tampoco fulminó al quinto, un taco de toro por sus hechuras, pero con un punto de mansedumbre y una falta de entrega en sus embestidas, lo que forzó a El Juli a realizar un gran esfuerzo para robar pases que no pudieron tener ligazón ni continuidad. Fue una faena de justificación sobrada. Dicho queda que la espada no fue el cañón de siempre.

También fue manso el tercero. Manzanares volvió a ofrecer la versión de torero guerrero. El animal estaba cerca de cumplir los seis años, dato en el fondo irrelevante, pero que se acrecentó durante la lidia. El de Alicante fue un torero mixto. Le puso calidad cuando logró conducir las arrancadas y le echó arrestos para intentar que no se marchara a las tablas. Es decir, que se empleó a fondo, Pera la tarde tenía estaba marcada para que no se produjeran los triunfos. Ni un matador tan seguro como Manzanares acertó.

El sexto fue muy manso. Y era una hermosura por su fachada. El que entienda de toros que lo explique. El animal se paró en el centro como una estatua. No había ninguna duda, lo melones –los toros-, pueden ser bonitos por fuera pero verdes –mansos y descastados- por dentro. También es parte de esta maravillosa Fiesta.