Morante esculpió una faena para la historia en el primero de la corrida de El Pilar, que sólo fue premiada con una mísera oreja por una plaza insensible y un palco incapacitado. Castella, dos orejas rutnarias y Perera, perdido.

El Pilar / Morante, Castella y Perera

Plaza de Almería, 26 de agosto de 2010. 5ª de Feria. Más de tres cuartos de plaza. Seis toros de El Pilar, bien presentados y de juego diverso. Buenos, primero y segundo; con menos clase, tercero y cuarto. El quinto, flojo. Descastado, el sexto. Saludó en banderillas Javier Ambel. Castella salió a hombros.

Morante de la Puebla, de azul y oro, estocada trasera y caída (una oreja). En el cuarto, estocada tendida (división).
Sebastián Castella, de grana y oro, estocada desprendida (una oreja). En el quinto, pinchazo y estocada atravesada (una oreja).
Miguel Ángel Perera, de rosa y oro, estocada corta atravesada (saludos). En el sexto, media estocada atravesada y baja (palmas).

Carlos Crivell.- Almería

Sería necesario tener una palabra privilegiada para poder contar la faena de Morante al primero de El Pilar, un toro bueno que se encontró al mejor Morante, al que es capaz de realizar el toreo eterno, el que es depositario de una pureza en las formas que sobrecoge a quien esté capacitado para captar tanta belleza.

Fue un buen toro el de El Pilar, alto de agujas pero con nobleza y fondo. Lo vio pronto el de La Puebla, que había dibujado algunos lances a pies juntos de estética sublime. Lo brindó a todos los presentes y comenzó a desgranar una sinfonía de muletazos a cual más sentido y con una sorprendente variedad.

Comenzó por alto con estatuarios, siguió con la derecha y pase a pase fue completando una obra de arte. Fue arte puro en la concepción y desarrollo de cara muletazo fundamental, todos de mano baja y rematando por debajo de la pala del pitón. El arte en Morante es consustancial a sus esencia, lo que es un prodigio es su valor. En cada pase el toro se ciñó a la cintura del toreo. Los cites, siempre muy cruzado. Torero y toro formaron una unidad indivisible.

Además, adornó su labor con una serie de pases que no se pueden considerar de adorno, eran perlas del mayor valor, auténticos monumentos a la torería de siempre y al buen gusto. Así, trincherillas, un farol, el molinete abelmontado, los de la firma y algunos de pecho, todo un conjunto memorable e inolvidable. El aficionado bueno no salía de su asombro. Por encima de todo, el valor y la conjunción de una labor sencillamente cumbre. Mató de forma defectuosa, pero era una faenón para dos orejas en una plaza de categoría. No cabe ni achacar al público su tibieza al pedir la segunda oreja, pero sí cuestionar y lamentar que el presidente no sacara de golpe los dos pañuelos. Fue su certificado de incapacidad para presidir corridas.

Morante había pedido permiso para viajar a Bilbao y salir del coso después de la lidia del cuarto. Ese toro no fue bueno, al menos no le gustó al de La Puebla, que se lo quitó de encima pronto. Como es normal, la gente no lo entendió y las opiniones se dividieron. No está hecha la miel para la boca del asno. Para el futuro quedó su faena al primero, que marca uno de los hitos de la temporada.

Castella anduvo con ganas en ambos, mejor en el segundo, toro bueno, y más embarullado con el muy flojo quinto. La faena al segundo fue más templada, comenzando con los pases por la espalda, para seguir con tandas sobre la derecha de intensidad y calidad decreciente. Acortó los terrenos para acabar con los circulares y el clásico arrimón.

Menos faena fue la del flojo quinto. En los comienzos de su trasteo se cayó en la cara del animal y no pasó nada. Toreó primero con algunas prisas, luego con muchos pasos entre los muletazos, para al final encandilar al público con sus cercanías. De todas formas, un torero más entonado que el de Málaga. Aunque pinchó y la petición no llegó a ser mayoritaria, el señor usía le regaló una oreja que le abrió la Puerta Grande.

Perera anduvo sin norte en el tercero. Es verdad que no fue un toro de clase. Con la cara alta por su conformación, el toro fue mal picado en la zona trasera y el defecto no se corrigió. Perera no le ayudó nada. Su labor fue destemplada y llamativamente corta.

El sexto tampoco fue un toro de calidad, lo que no puede ser excusa para que el extremeño volviera a ser un torero destemplado. Fue una tarde sin clarividencia, de esas que llamamos espesa, pero que a una presunta figura del toreo no se le debe consentir. Almería pide más entrega.

Quedará la fecha como la de la faena de Morante. Así lo dirá la historia. Fue un regalo para el coso de la avenida de Vilches que no todos acabaron de comprender. Y es que esto del toreo es para privilegiados, que son los que lo hacen y quienes lo reciben. Con estas faenas la Fiesta está asegurada.

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