El ganado de Torrealta se cargó la tarde en Almería con encierro pésimo por su falta de fuerzas y casta. Perera cortó la única oreja de la tarde y su compañeros Morante y Manzanares e fueron de vacío.
Seis toros de Torrealta, el quinto jugado como sobrero, correctos de presencia excepto el sexto, sin pitones, y de mal juego por falta de casta y fuerzas. El tercero tuvo más movilidad y clase; el resto, malos para la lidia.
Morante de la Puebla: estocada trasera (saludos) y estocada baja (saludos).
José María Manzanares: pinchazo y estocada caída (saludos) y estocada (saludos).
Miguel Ángel Perera: estocada corta trasera y tendida (una oreja) y estocada trasera (saludos).
Plaza de Almería, 5ª de Feria. Tres cuartos de plaza. Saludaron en banderillas Juan José Trujillo, Luis Blázquez, Joselito Gutiérrez y Curro Javier.
Carlos Crivell.- Almería
La corrida de Torrealta le propinó media en las agujas a la feria de Almería. La gente se enfadó contra todos conforme saltaban al ruedo reses descastadas y muy flojas, que apenas podían picarse pero que llegaban pidiendo oxígeno al último tercio, con la boca abierta, la mirada perdida y la patas con temblores. Cada embestida era un arreón hacia las nubes, incapaces de humillar y seguir la muleta dos veces seguidas. Así está el ganado bravo en estos momentos; así está resultando la campaña taurina de 2009, que sufre la crisis por todos lados, también por la calidad de las reses que han tocado fondo.
La corrida en sí mismo tiene pocas cosas buenas que reseñar, aunque unas buenas verónicas de Morante, unos naturales del mismo torero, la capacidad para sacar faena al tercero de Perera y algunos detalles, muy escasos, de Manzanares son esas gotas de agua que podemos encontrar en este desierto de arena que fue la quinta de Almería.
El público pasó de la protesta al ganado de forma expresiva a pedir la oreja del sexto para Perera, que había estado voluntarioso, insistente, porfión pero sin poder templar ni ligar, algo que no se tuvo en cuenta cuando lo mató a la primera. La gente quiere orejas como signo externo de que así el dinero pagado queda recompensado. Algún día se le regalará a cada espectador una oreja a la entrada, para que así esté contento.
Esa faena de Perera al tercero fue la única con un contenido total, desde el recibo con el capote con lances de buen estilo; su habitual saludo con los pases por la espalda, que siempre son bien recibidos, y una faena de menos a más con muletazos en los que tapó al toro para tirar de de forma perfecta y rematar lejos los pases para ligarlos de nuevo. Una buena faena que remató con efectividad y dio paso a la única oreja de la tarde.
El mismo diestro extremeño sufrió los duros efectos del ganado de Torrealta en el sexto, toro basto de hechuras, astigordo, que más que embestir topó en los engaños. Perera puso voluntad en cientos de pases, unos más limpios, otros enganchados, algunos muertos a la mitad de camino, otros sin ajuste, alguno mejor. Faena larga y trabajada y cortada en seco. Perera ni se adornó ni dio manoletinas, algo extraño en su tauromaquia. Lo mató de forma defectuosa y los “entendidos” del público querían la oreja a toda costa. Por una vez el presidente acertó en una decisión, algo digno de ser resaltado, tal y cómo es este usía.
Morante tropezó con dos toros que tenía poco recorrido. Al primero le dio una docena de naturales sin poder ligarlos. Fueron buenos, profundos, pero carecieron de la continuidad que imprime emoción al toreo bueno. De nuevo, Morante fue un torero voluntarioso y porfión. En distintos terrenos de la plaza intentó exprimir al toro con mucha prestancia y ese aire único que le adorna.
Se lució con el capote en el cuarto, después de una merienda interminable que llegó a inquietar al mismo espada. Las dos verónicas y la media del saludo fueron monumentales, aunque el personal debía estar con los restos de la comida porque apenas hubo reacciones a tan buen toreo. El toro era muy blando, apenas se desplazaba, de forma que todos los intentos de Morante, sobre todo por el lado derecho se estrellaron con una animal que acabó siendo un alma en pena (vulgarmente, “almanpena”).
Tampoco hubo sonidos de gloria para Manzanares, enfrentado a dos animales sin fondo, soso, sin fuerzas, sin casta y sin nada. Sólo una tanda, la primera, se dejó dar su primer toro. A partir de ahí, un par de medios pases y al remate. El toreo capitidisminuido.
El quinto era un calco en sus nulas condiciones. Sólo una tanda de naturales de pareció algo al que es capaz de practicar este matador de toros ya acreditado. De nuevo, un artista en plan porfión, alargado la faena con pases irrelevantes, un hastío para los sentidos. Al menos, a éste quinto lo mató bien.
De la corrida, lo mejor fueron las cuadrillas a pie, con excelentes actuaciones de Trujillo, Curro Javier, Rafael Cuesta, Joselito Gutiérrez y Juan Sierra. Algo es algo. Con corridas como la de Torrealta, la Fiesta vibe sus horas más bajas.