Torres Jerez, que entró por la vía de la sustitución, cortó cuatro orejas y salió a hombros. El tercero de Victoriano del Río fue premiado con al vuelta al ruedo. El Cid se llevó un trofeo y Rivera una bronca injusta.

Victoriano del Río / Rivera Paquirri, El Cid y Torres Jerez

Plaza de Almería, 27 de agosto de 2010. 6ª de Feria. Media plaza. Cinco toros de Victoriano del Río y uno, cuarto, de Toros de Cortés, bien presentados y juego diverso. Muy encastado, el tercero, premiado con la vuelta al ruedo; nobles, primero y segundo; orientado y peligroso, el cuarto. Bueno hasta rajarse, el quinto. Saludó en banderillas Alcalareño. Torres Jerez salió a hombros.

Rivera Paquirri, de obispo y oro, estocada trasera (saludos).En el cuarto, dos pinchazos, media y descabello (Algunos pitos).
El Cid, de caldera y oro, estocada desprendida (saludos).En el quinto, pinchazo y estocada (una oreja).
Torres Jerez, de lila y oro, estocada atravesada y descabello (dos orejas). En el sexto, estocada atravesada (dos orejas).

Carlos Crivell.- Almería

La corrida fue una botica: hubo de todo. Y la noticia, por delante. Torres Jerez  llegó para sustituir a Cayetano y salió a hombros por la Puerta Grande. Es el destino, siempre imprevisible, que le tenía reservada la gloria. Se encontró con un toro excelente por su codicia y casta, más que por su bravura, y le cortó las dos orejas. No es cuestión de ponerle sordina al premio. El toro, creo que con justicia, recibió el honor póstumo de la vuelta al ruedo. Las dos orejas del sexto son otra historia. En realidad, le perjudica la segunda, un regalo absurdo de un palco sin criterio.

El tercero fue mal lidiado, como toda la corrida. Recibió un puyazo en el picador de reserva. Embistió con toda su alma por abajo, buscando siempre la muleta, pero al final hizo amagos de rajarse. Su pelea fue siempre alegre, se quiso comer la muleta en cada embestida, por tanto, un toro de los que deben ser premiados, al margen de estos detalles.

Torres Jerez, muy bien. Venía de la calle de una doble amargura, una personal e íntima; la otra, la del torero al que no han puesto en los carteles de su tierra. El cielo le tenía reservado un toro y lo aprovechó. El análisis fino de la faena a ese codicioso astado de Victoriano del Río deja una labor entregada, templada y de arrebato., pero también de muletazos de largura y templanza, la que el toro merecía. A su trasteo le faltó reposo, pero cómo se le puede exigir a quien se vestía por segunda vez en la temporada. Con ese dato, Torres Jerez estuvo cumbre. No faltó de nada, incluso unos circulares finales. La espada cayó en mal sitio y el descabello fue presto. Dos orejas y la vuelta al toro.

El sexto desparramó la vista para ver el terno lila del almeriense. Era toros para taparlo siempre, algo de Torres Jerez no logró siempre. Con la derecha lo quiso desengañar en una faena movidita, que alcanzó su cenit en algunos pocos naturales en los que ligó para el animal perdiera de vista al diestro. Luego llegaron enganchones varios, pero a sus paisanos el asunto les importó poco. Sobró la segunda oreja. Flaco favor le hicieron, porque no se pueden igualar las dos faenas, ni tampoco premiarla más que la de Morante. Lo cierto es que Torres Jerez, que estaba en la calle, salió por la Puerta de la gloria.

De todo, como en botica hubo en la corrida del ganadero madrileño. Por tanto, interesante y para no pestañear. Sin embargo, fue lamentable que los picadores no estuvieran muy certeros. El puyazo trasero se apoderó de la tarde. El que abrió plaza fue muy noble, algo sosito, pero de una suavidad pastueña. Rivera Paquirri le hizo una buena faena, que si no trascendió más fue porque era el primero y allí faltó chispa, pero los pases con ambos pitones tuvieron empaque y prestancia.

El cuarto fue un marrajo. La cuadrilla de Rivera pasó un quinario. Y Francisco lo intentó con esa soltura que dan los años. En otras manos se podía haber visto un drama. Buscaba el bulto de manear indecorosa. Lo que fue indecoroso es que el personal aplaudiera al toro en el arrastre para molestar al matador que se lo quitó pronto de encima. Los críticos estamos haciendo algo mal porque la gente no se entera de nada.

El Cid sorteó dos toros potables, uno noble y soso; el otro, más encastado. Al noble le dio pases por ambos pitones muy simples, carentes del ajuste necesario. Es el toreo periférico que nos invade. La faena, por la escasa importancia de las embestidas del animal, no calentó al tendido.

Con el quinto, un toro encastado y que al final se rajó, el torero de Salteras fue otro, más centrado, siempre bien colocado y con mayor ajuste en su faena. Como el de Victoriano tenía pujanza en sus arrancadas la faena llegó al público. La oreja premió su decisión y entrega.

Torres Jerez salió en triunfo. Con tres orejas no habría ninguna pega, pero el exceso de cariño de los paisanos puede llegar a ser incluso perjudicial. Todo el respeto para este torero.