Ponce_280814Carlos Crivell.- Magistral tarde de Enrique Ponce con dos faenas distintas, una a un toro bueno, y otra a un manso. Cortó una pero debieron ser cuatro. Morante, contra el lote menos bueno, estuvo afanoso. Manzanares cortó dos orejas porque mató pronto en dos faenas de escaso contenido. Se fue a hombros, pero por dignidad torero debió irse con Ponce y Morante a pie.

Plaza de toros de Almería, 28 de agosto de 2014. 2ª de Feria. Tres cuartos de plaza. Cinco toros de Juan Pedro Domecq y uno, segundo, de Parladé, correctos de presencia y de juego desigual. Muy noble el 1º; reservón, el 2º; manso, el 3ª; manso aunque noble, el 4ª; flojo y soso, el 5º; soso y noble, el 6º. Saludó en banderillas Rafael Rosa.

Enrique Ponce, de grana y oro, estocada (una oreja). En el cuarto, tres pinchazos y estocada caída (vuelta tras aviso).

Morante de la Puebla, de mandarina y oro, pinchazo y estocada (saludos). En el quinto, dos pinchazos, estocada atravesada y descabello (saludos tras aviso).

José María Manzanares, de sangre de toro y oro, estocada trasera y atravesada (una oreja). En el sexto, estocada (una oreja). Salió a hombros.

Enrique Ponce cuajó una tarde magistral en el coso de la Avenida de Vilches, donde ha vivido jornadas de muy alto nivel, pero con seguridad que la de este año se sitúa entre las más completas de su dilatada carrera. Ponce es muy querido en Almería, en esta plaza se siente a gusto, el público se le entrega y el valenciano corresponde de forma recíproca. Podía haber cortado cuatro orejas y se quedó con un exiguo trofeo. A estas alturas, seguro que no le importan mucho los trofeos, pero no deja de resultar una lástima que el balance no refleje la magnitud de su tarde.

El gordo de la corrida salió pronto. Premio por el toro y por la faena. El de Juan Pedro que abrió la corrida fue un toro sensacional por nobleza, fijeza y recorrido. Escarbó mucho y se agotó antes de que Ponce acabara la faena, pero su calidad fue suprema. Este bombón no se le podía escapar a un matador tan curtido. A un toro noble, una faena templada, medida, señorial en la expresión, elegante en las formas, majestuosa en cada muletazo; una faena completa de principio a fin. A tal toro, tal faena. Solo la falta de acoplamiento al natural le quitó algo fuerza a su labor. Como remate, unos ayudados por bajo y una estocada. El palco lo dejó todo en una oreja y le obligaron a dar dos vueltas al ruedo.

Estaba tan entregado el torero que salió como un chaval en el cuarto, toro noble pero muy manso. Se fue a las tablas de forma descarada. Había lanceado a la verónica con gusto para intercalar chicuelinas. Comenzó con unos doblones por bajo que acabaron por convencer al de Juan Pedro que su sitio natural eran las tablas. Y allí se fue Ponce para obligarlo a seguir su muleta sin otra posibilidad de escapatoria. Surgieron tandas de hasta siete derechazos llevando prendido al burel. Sencillamente magistral. Era el maestro que luce como nadie con los toros difíciles. La plaza rugía de satisfacción cuando el matador se perfilaba para la suerte suprema, todos querían empujar la espada, pero hasta tres veces pinchó para dejar sin premio una obra de muy altos vuelos. La vuelta fue clamorosa.

Morante, como es habitual, no tuvo un lote propicio para que su toreo de seda y fuego resplandeciera. El calor húmedo de Almería no es buen compañero del torero sevillano. En la merienda se quitó la chaquetilla para ser abanicado en el callejón por su cuadrilla. Al segundo, hierro de Parladé, le insistió sobre la derecha en tandas en la que el diestro puso más técnica que arte. Este detalle es bueno, pero le quita a este torero lo que es fundamental en su tauromaquia.

El quinto tenía pocas fuerzas y embistió a medio gas con la cara alta. El torero salió con ganas, alguna verónica y la media tuvieron enjundia, pero con la muleta todo fue un quiero y no puedo. Ante un toro flojo, Morante anduvo digno y falló con la espada.

Manzanares le cortó una oreja al tercero porque la espada funcionó con eficacia. Pero es verdad que el de Alicante no parece el torero de antes. El tercero fue manso con clara tendencia a irse a las tablas. En banderillas golpeó a Curro Javier que ya no pudo participar en el resto del festejo. La virtud de la faena fue fijar su embestida en el centro y lograr que no se fuera de excursión cerca del callejón. En contra, la forma de citar con el pico de la muleta y que se paró al toro muy lejos de la cintura. Como tiene una estética insuperable, este problema pasa desapercibido por las masas. Lo mató en la suerte de recibir de forma muy defectuosa, pero la estocada fue eficaz.

El sexto fue flojo. En la primera tanda se le coló de forma descarada por el derecho. Manzanares echó mano de su habilidad para enjaretar algunos naturales más ajustados que no podían tener ligazón.  Todo fue discontinuo, el toro no se entregó nunca, pero como suele matar de forma fulminante, otra oreja cayó en su esportón. Es evidente que lo de las orejas no mide cómo ha estado un torero.

Al final, enrique Ponce atravesó el ruedo entre una tremenda ovación. Fue de esas tardes en las que la Puerta Grande no debería estar medida por el número de orejas. Cuando un matador dicta una lección tan perfecta, solo queda decirle, gracias maestro.

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