Carlos Crivell.- Dijo una vez José Tomás que vivir sin torear no es vivir. Emilio de Justo ha estado 133 días encerrado en la penumbra sin poder torear, es decir, que no ha vivido para lo que ha nacido. Por ello, la triunfal vuelta a los ruedos en la plaza de Almería es algo más que un acontecimiento puntual, es una resurrección de alguien que vuelve a vivir con todo lo que ello significa, que su corazón late a ritmo frenético, que sus músculos responden, que su cerebro piensa en torero, es decir, que los días oscuros en los que ha sufrido, pensado, soñado y sentido tantas cosas, han tenido como meta la luz de Almería como punto de partida de otro camino, que, aunque sea distinto, debe ser para mostrar un torero aún más asolerado, si es que en un matador tan bueno cabe todavía más regusto en sus formas toreras.

La corrida de la vuelta del extremeño ha sido apoteósica. Lo fue por el propio espada, cumbre con el toro con el que volvió a sentirse torero, pero también porque cuajó a un extraordinario animal de Cuvillo lidiado en quinto lugar, de más de seiscientos kilos, una máquina de embestir bien en la primera parte de la faena. El torero que se mostró en este toro fue el mejor De Justo, como si el tiempo se hubiera detenido el 10 de abril para volver a ser de la partida el 21 de agosto. No se puede torear más despacio ni con más sentimiento.

Todo fue emotivo. La ovación que recogió en solitario porque Andrés Roca Rey no quiso restarle ni un gramo de protagonismo; los brindis al público, a Enrique Ponce y a su compañero de cartel; las vueltas al ruedo y la salida a hombros en compañía del torero peruano.

Solo el segundo de su lote quiso estropear el pasodoble. Fue un animal incómodo que no le dejó estar a gusto y al que no acertó a matar a la primera.

Lo de Roca Rey es de traca. Pasados los tiempos de brindis, saludos y demás homenajes, el peruano fue a lo suyo, que es pisar el acelerador a fondo para conquistar al tendido. Fue muy emocionante su faena al muy encastado toro segundo, primero de su lote, al que doblegó por abajo y acabó en un arrimón de escándalo. Se entregó con el cuarto, toro de cara alta y arreón final, que lo cogió de forma aparatosa y le propinó dos volteretas. Salió conmocionado, pero como una fiera le dio una tanda poderosa por abajo. Y tropezó con el más chico sexto, manso, desentendido, al que ya con tarde resuelta no le pudo enjaretar una faene lucida.

Desde mi posición del tendido no pude comprobar si Emilio de Justo derramó alguna lágrima, es posible que así fuera. Y es que cuando se vuelve a sentir la vida se puede, y se debe, llorar.

Plaza de toros de Almería, 21 de agosto de 2022, Tercera de Feria. Tres cuartos de plaza. Seis toros de Núñez del Cuvillo, correctos de presentación, salvo el anovillado sexto, y de juego variado. Encastado, el segundo. Muy bravo y noble, el quinto.

Emilio de Justo, de sangre de toro y oro. Estocada (dos orejas); metisaca y estocada (saludos); pinchazo y estocada (una oreja).

Roca Rey, de tabaco y oro. Estocada desprendida (dos orejas); pinchazo y estocada (una oreja); dos pinchazos y estocada delantera caída (saludos).

Saludó en banderillas El Algabeño. Los dos espadas salieron a hombros por la Puerta Grande.

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