Curro Díaz con las orejas del quinto. Foto: Eduardo Porcuna

Carlos Crivell.– Almería es una tarde de toros con sello propio; calor húmedo ambiental, mantones colgados para que la plaza aparezca como un crisol; música, maestro, en todos los toros; merienda de categoría; gente amable que te invita por la derecha y la izquierda; orejas para todos; un palco con los pañuelos sin freno; es Almería, única en todo, la que debe ser la mejor de la plazas de segunda de Andalucía.

La feria comenzó con la nota emotiva de la despedida del torero del Zapillo, Ruiz Manuel. Los tendidos batieron palmas tras el paseíllo y los alumnos de la Escuela le rindieron homenaje, porque para eso es su profesor. Luego, el toro de El Torreón que abrió plaza no se sumó al homenaje. Sin fuerzas ni casta, el torero local solventó el trámite con oficio y torería.

El toro llamado a ser el de su adiós a los ruedos, más alto y largo que sus hermanos, empujó en un puyazo que cayó bajo. Se lo brindó a su hermano, al tiempo mozo de espadas. Fue dócil, medido de fuerzas y con la casta justa. Ruiz Manuel, animoso, toreó sobre la derecha contra un animal que se volvía sobre las manos. No fue el toro ideal para una despedida. Por la izquierda fue probón. Los naturales surgieron sin la ligazón precisa. Además, no anduvo muy habilidoso con la espada. La gente de Almería le dedicó una ovación en señal de respeto.

Curro Díaz toreó bien a la verónica al segundo. Fue un toro también justo de fuerzas y que apenas bajó la cara. Se lo brindó a Ruiz Manuel. Curro le puso buen gusto a su labor. No podía bajar la muleta, pero había empaque en los muletazos. Todo fue muy medido y muy torero. Lo mejor fue la estocada, soberbia, contundente, de esas que salen los toros muertos de la muleta.

El quinto, más vareado, apenas se empleó en el único puyazo que se receta en Almería. El torero de Linares se lo llevó al centro para dibujar derechazos con empaque. Con más relajación bordó el natural sin posible ligazón. No era cuestión de exigirle al toro que volviera a la muleta al final del cada muletazo. Pero cada uno de ellos fue una belleza de natural. Encadenó molinetes cuando el animal se frenó ya al final del trasteo. El postre fueron unos ayudados exquisitos. Otro espadazo y todos contentos. Las dos orejas. El palco de Almería no quiere ningún problema.

El primero de Joselito Adame fue un toro noble con movilidad… hasta que se vino abajo. El mexicano se mostró variado con el capote y muy decidido con la muleta. Algunos naturales brotaron limpios y con mando. Cuando se apagó, se metió entre los pitones y acabó por manoletinas. La espada le quitó el trofeo.

Óscar Bernal colocó un soberano puyazo al sexto. Adame lleva una cuadrilla de lujo. Sánchez colocó un par de sensación. Miguel Martín lidió como los grandes. Adame comenzó por estatuarios. Lo llevó en línea con la derecha. Bajó la mano en la siguiente tanda. Con la izquierda bajó el tono. Acortó las distancias con la diestra. Mucha voluntad. El toro fue de gran nobleza. La estocada dio paso al trofeo.

Plaza de toros de Almería, 22 de agosto de 2018. 1ª de Feria. Un cuarto de plaza. Seis toros de El Torreón, bien presentados y de juego variado. 1º, muy descastado y sin fuerzas; 2º, noble con la cara alta; 3º, noble, a menos y sin repetir; 4º, noble, sin casta y apagado en la muleta; 5º, muy noble y justo de raza; 6º, muy dócil.

Ruiz Manuel, de marfil y oro. Pinchazo y media estocada (saludos). En el cuarto,  dos pinchazos y estocada baja (saludos).

Curro Díaz, de azul añil y oro. Buena estocada (una oreja). En el quinto, estocada (dos orejas). Salió por la Puerta Grande.

Joselito Adame, de negro y plata. Pinchazo y casi entera caída (saludos tras aviso). En el sexto, estocada (una oreja).

Ruiz Manuel saludó una ovación tras el paseíllo y recibió el homenaje de los alumnos de la Escuela de Almería, de la que es profesor.

 Saludaron en banderillas Miguel Martín, Tomás López y Fernando Sánchez (dos veces). Soberbios puyazos de Manuel Jesús y Óscar Bernal a tercero y sexto.

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