Luis Carlos Peris.- Domingo de Resurrección con la expectación por las nubes, casi a la altura de un sol que le da brillo a la tarde en que se iza el telón de la temporada sevillana. Es 29 de marzo de 1970 y el novillero en el que Sevilla tiene puestas todas sus complacencias va a tomar la alternativa de manos del mayor ídolo que jamás tuvo esta afición. Se va a hacer doctor en tauromaquia Rafael Torres y será su padrino Curro Romero para que testifique la ceremonia José Rivera Riverita, el hermano mayor de Paquirri.
En este Domingo de Resurrección ya se está gestando una combinación en la cabeza del imaginativo empresario que fue Diodoro Canorea, idea que irá cimentándose hasta convertirse en suceso. Se trata de aunar el Domingo de Resurrección con la figura de Curro Romero para que este festejo sea el más importante de la temporada junto al que se celebra en Las Ventas después de San Isidro, la gran Corrida de Beneficencia. Festejo éste de Madrid que copaba todo el protagonismo como acontecimiento principal de la temporada hasta que cuajó el proyecto de Canorea para el Domingo de Resurrección sevillano.
Y en este Domingo de Resurrección se llena la plaza para ver a Rafaelito Torres convertirse en matador de toros. Nacido en la Puerta Osario y nutriéndose de la filosofía taurina de Manolo Vázquez cuando debuta en Sevilla causa una impresión tal que parece que ha vuelto al toreo la figura de Pepe Luis. Ese suceso acaeció el primer domingo de septiembre de 1968 y quienes lo vimos jamás podremos olvidar lo que salió de las telas de Rafaelito ante dos novillos de ensueño de Francisco Rincón Cañizares.
Aunque nunca a esa altura, Torres fue manteniendo el nivel de las expectativas creadas, de ahí que en este día, la afición acudiera ilusionada a la plaza. Esta corrida tuvo prólogo ecuestre a cargo del rejoneador Antonio Ignacio Vargas, que tuvo una destacada actuación ante un toro de Urquijo muy descastado y al que tuvo que matar con el descabello tras echar pie a tierra.
De blanco y plata con los cabos negros iba Rafael Torres cuando hizo el paseo flanqueado por Curro y Riverita. Salió muy animoso con el capote y se lució en un primoroso quite por chicuelinas que fueron respondidas por la verónica majestuosa del Faraón. Este primer toro en la vida de Rafael Torres se lo brindaría a Manolo Vázquez, que ejercía de apoderado, y lo realizó de forma efusiva en un largo parlamento.
Se da aquí una circunstancia que no sé si se habrá dado alguna otra vez. Y es que Manolo Vázquez, apoderado en la alternativa de Rafael, cuando su triunfal vuelta en la temporada del año 1981 llegó a llevar en su cuadrilla a un banderillero llamado Rafael Torres. El de la Puerta Osario había decidido renunciar al doctorado para coger los palos y así se dio el caso de que la vida nos llevase a contemplar cómo el que fuese poderdante en la alternativa se convirtiera en banderillero del que lo había apoderado.
Rafael salió muy airoso de esta tarde tan trascendental. El primero era muy tardo, pero él anduvo muy por encima, llegando a calar en ese público que tanta fe le tenía. El sexto se lo brindó a la plaza y le pudo cortar la oreja a base de pinturería y garbo, pero la espada no le funcionó y tuvo que conformarse con una fuerte ovación cuando se fue a los medios a recoger la montera.
Curro Romero, que también con el tiempo iba a ser jefe del banderillero Rafael Torres, anduvo en una de esas tardes en que no pasa nada, o casi nada. Si acaso, las verónicas en el quite del toro de la alternativa y muy poco más. Una tarde en que la gente salía frustrada por lo que dejaba de ver y que esperaba que la flauta sonase a la siguiente. Era una época de las más bajas del camero, pero en esa misma Feria iba a dejar media verónica a un toro de Bohórquez cuya foto anda como reliquia sagrada por una infinidad de santuarios romeristas.
Y el triunfador de la tarde iba a ser Riverita, que le cortaría una oreja al tercer toro de la tarde. El hermano de Paquirri hizo concebir muchas esperanzas en su etapa novilleril y hubo aficionados que cuando debutó le auguraron una carrera similar o más fructífera. Pero un fatal accidente de tráfico iba a suponer un duro punto de inflexión en su carrera y en su vida, por lo que nada fue en adelante como algunos pronosticaron. Esa tarde de la alternativa de Torres iba a ser de las últimas que Riverita torease en Sevilla, pero su futuro transcurrió entre idas y venidas, retiradas y reapariciones.
La trascendencia de esa corrida está en lo que apuntábamos al principio, en que fue la génesis de lo que sería la primera corrida importante del año. Hasta por aquel entonces, el Domingo de Resurrección era una especie de festejo telonero, un entremés para los fastos farolilleros. Fue uno de los primeros pasos para que la fecha cobrase la importancia que iba a multiplicarse cuando al comienzo de los ochenta ya fue indeleble la sociedad entre la fecha y un torero, Curro Romero, el hombre que encontró en el corazón de Sevilla el hueco que habían dejado, Belmonte, Chicuelo y Pepe Luis.