Gastón Ramírez Cuevas.- Hacía ya tiempo que no veía yo a un novillero con tanta hambre como Roberto Román. La epopeya que protagonizó en su segundo novillo no se le olvidará fácilmente a ninguno de los aficionados que se dieron cita en una de las plazas más serias de México.

Vamos, como de costumbre, por partes.

El primer novillo fue el menos bueno del encierro, pues careció de fuerza, y comparado con sus hermanos, tenía menos trapío.

Con ese astado, Roberto Román, el novillero de Aguascalientes, estuvo valiente y entregado, pero dio la impresión de no tener las ideas muy claras, tan es así, que sufrió un par de achuchones por su desmedida afición.

Con el capote instrumentó dos largas cambiadas de rodillas, y con la muleta le pisó los terrenos a un cornúpeta que quizá necesitaba más distancia. Así las cosas, todo quedó en un par de sustos y una salida al tercio.

José Sainz no pudo aprovechar al segundo novillo de la función. El muchacho de San Luis Potosí lo intentó todo con capote y muleta, pero el eco en los tendidos era mínimo. El pupilo del senador Armando Guadiana embestía con mucha clase y recorrido, pero Sainz no acertaba a torear con la hondura adecuada. Si en el toro anterior Román pecó al no reponer el terreno, aquí Sainz hizo exactamente lo contrario, dando pasos excesivos entre muletazo y muletazo. Mató con eficacia y el gentil público de Arroyo le sacó al tercio.

Salió el tercero, el cual pesó 442 kilos de verdad. Cuando hay seriedad en el de negro, sobre todo en un ruedo tan pequeño como éste, la gente entiende que el trapío es la presencia que asusta.

En uno de los primeros lances, el morlaco embistió como el proverbial tren y se oyó cómo el capote de Román se convertía en una larguísima serpentina rosa y amarilla. Ahí al respetable volvieron a sudarle las manos.

Cuando vino el quite por gaoneras, Roberto fue prendido de manera impresionante. El golpe fue seco y sonoro, y las zapatillas del torero volaron casi hasta el techo. Todos temimos lo peor. No obstante, el de Guadiana no caló al joven coleta, quien a continuación brindó al público.

El inicio de faena tuvo poder y buen gusto, los doblones rodilla en tierra arrancaron el olé. Luego, Román estuvo enorme al derechazo. Era un portento ver cómo aguantaba en la mínima distancia para tirar del toro y llevarlo largo, largo y templado.

Los toques eran imperceptibles, provocando las embestidas con el pitón derecho del toro pasándole a milímetros de la pierna. Hubo ligazón y forzados de pecho de muchos quilates. Tampoco faltaron los molinetes para iniciar las tandas, ni un par de naturales mandones y elegantes.

Román montó la espada en medio de un silencio cuasi sevillano, pues el peligro había estado presente en todo momento. Tras un pinchazo en lo alto, vino un instante todavía más angustioso que el del quite, pues la estocada fue a toma y daca. Román cobró una entera en buen sitio pero el toro no lo dejó pasar y le pego una paliza para matarlo. Afortunadamente, la Divina Providencia volvió a intervenir y todo quedó en el enésimo susto de la tarde y el traje de Roberto hecho unos zorros.

Las dos orejas fueron pedidas con fuerza y el juez Gilberto Ruiz Torres las concedió acertadamente.

El cuarto del festejo fue quizá el más noble y bravo de todos, pero Sainz volvió a estar por debajo de su oponente, sin completar los muletazos entre un aluvión de enganchones y medios pases. El novillo embestía que era un contento y podemos decir que se fue al destazadero con varias tandas dentro. ¡Otra vez será!

Román nos dejó bien claro que no todo está perdido, que aun hay novilleros que basan su quehacer en una entrega total y que son capaces de jugarse la vida con la sonrisa en la boca. A torear se aprende toreando, pero el valor y el carisma son innatos.

Yo estoy contando los días para volver a ver a Roberto Román.

Sábado 25 de agosto del 2018. Sexta novillada de la temporada de la Plaza de toros Arroyo. Novillos: Cuatro de D’Guadiana, muy bien presentados, bravos y nobles en conjunto. Al tercero de la tarde le fue concedido el arrastre lento, aunque el segundo y el cuarto fueron de igual calidad o superiores.

Toreros: Roberto Román: al que abrió plaza lo mató de pinchazo y entera contraria, saludó en el tercio.
Al tercero le cortó las dos orejas después de un pinchazo y estocada entera.

José Sainz: al segundo le despachó de estocada casi entera, salió al tercio.
Al que cerró plaza lo pasaportó de pinchazo y estocada caída: al tercio.

Entrada: lleno.